No soy la persona mejor predispuesta del mundo para ver películas con súper héroes. A priori, no son lo mío. Los súper poderes suelen dejarme afuera, porque nunca me comprometo con el peligro en el que supuesta y ocasionalmente están estos seres. ¿Hasta cuánto pueden? ¿Cuál es el límite?
Harry Potter no es un súper héroe pero en una de sus películas hasta volvía el tiempo atrás y cambiaba el relato, revivía un bicho amigo, suprema perversión de la lógica del cine, de su naturaleza (ver chiste baziniano de Truffaut en su corto Les mistons, 1957). Si se puede hacer eso, se puede hacer todo, por lo tanto nunca está en peligro el personaje. No le creo. No les creo. Algo así, en escala, suele sucederme con los súper héroes: desconfío con facilidad de estos ñatos con súper poderes: ¿cuánto vale cada sopapo? En algunas películas mal hechas a veces me gustaría ver, como en los videojuegos, el indicador de energía de cada contrincante para poder interesarme aunque sea superficialmente por la contienda. Pero en Los Vengadores, de alguna manera, los personajes suelen aparecer en peligro, hay indicadores, parciales, laterales, de lo que pueden hacer y de lo que no y, por otro lado y más importante, la película no se apoya tanto en una lucha ciega de fuerzas y poderes sino en la formación de una organización, de un grupo con lazos que vayan más allá del rejunte. La película, básicamente, muestra la formación de un equipo con estilo a partir de lo que al principio solamente era un grupo de buenos jugadores. Y esa amalgama era más complicada que meramente unir los personajes. Había, además, que hacer encajar las películas anteriores de cada personaje, de estilos y directores distintos.
¿Qué hacer por ejemplo con Thor, que venía de una película dirigida por Kenneth Branagh, que suele hacer descansar buena parte de su cine en Shakespeare, ya sea por adaptación, relación o diversos hipertextos? ¿Cómo combinar a ese rubio de vestuario viejuno, con aspecto y personalidad al borde de la auto parodia, con Iron Man, canchero, rápido y contemporáneo y cumbre creativa de Robert Downey Jr. y Jon Favreau? Bueno, el director y coguionista Joss Whedon carga los chistes sobre Thor: Iron Man lo gasta velozmente por Shakespeare. Y Thor y Hulk, bueno, se pelean un rato. Pero la acción clave de Hulk sobre Thor dura un segundo, o tal vez menos, y es un chiste visual y pirotécnico de antología. No lo voy a revelar acá, pero quiero destacar que ese momento fugaz es feliz y festivo, y es clave: corona el relato con cierta alegría de vieja matinée de aventuras. Una alegría de paquete de caramelos de dulce de leche mu-mu que Los Vengadores expone intermitentemente durante su primera mitad (mechada con “la introducción de cada personaje”) y que desata en su segmento final.
A partir de que se juntan todos en la nave comienza un concierto de acción, ya sea con las partes ensambladas y, sobre todo, con líneas solistas que se van acoplando con otras. Los personajes se juntan, de a dos, de a tres, con planificación en la nave, con planificación o sorpresa en el enfrentamiento contra las aparentemente inagotables fuerzas del mal en Nueva York. La extensa secuencia en Nueva York es el plato fuerte, tiene impacto visual, gracia física, es comprensible (hay, además, no pocas referencias al legado narrativo de Star Wars). Whedon entiende perfectamente que destrucción, peleas y explosiones no necesariamente significan planos pegoteados y bochinche visual: así, lo que queda es adrenalina, emoción y diversión. Nada menos.
Por último, más allá de que no puedo negar el poder de atracción visual que me genera Scarlett Johansson –sobre todo en su segmento cadera– con ese traje preparado para pegar patadas, que Gywneth Paltrow me gusta siempre, y que la morocha de pelo corto ayudante de Fury (Samuel L. Jackson) es deslumbrante, hay que decir que, como casi todas estas películas, el menú apolíneo masculino está a la orden del músculo: Capitán América, Thor y Hawkeye (Jeremy Renner, siempre magistralmente tenso) son casi casi de propaganda de calzoncillos. También Downey Jr., pero seguramente de calzoncillos más cool. Pero también está Hulk, que corta con todo este desfile de modelos. Hulk es el mejor personaje de la película, el de poder explosivo, el que tiene la capacidad de convertir a Los Vengadores en una película encendida. Para hablar del poder narrativo y descontracturante de Hulk (y de las películas más recientes con el personaje, y de porqué Mark Ruffalo, superador de los Hulk anteriores, es una gran elección para interpretarlo) debería escribir otra nota. Pero esta nota la cierro con esto: el verde de Hulk señala el camino de la diversión de Los Vengadores. No, su verde no debería teñirlo todo, pero es el aderezo fundamental de esta muy buena película, tal vez hasta excelente. Los Vengadores incluso me gusta más ahora, después de escribir sobre ella, que inmediatamente después de verla. Algo me dice que tendré que volver a verla: ¿quién puede conseguir esos viejos caramelos de leche en caja de cartón?