La base está
Después de las presentaciones en solitario de los superhéroes más iconográficos de la Marvel era lógico esperar que tras las irregulares películas, Los Vengadores resultara por lo menos mejor que Los cuatro fantásticos en sus dos presentaciones y equiparable a la saga X-men en cuanto a film coral de superhéroes.
Más allá de las afinidades o no con cada una de las películas de los miembros de este dream team heroico (rocordemos dos películas para Iron man, dos películas para Hulk y una tanto para Thor como Capitán América), pergeñado por la mente del brillante historietista Stan Lee y Jack Kirby que debutara allá por 1963 en el comic, puede decirse con todas las letras no sólo que estamos en presencia de la mejor película colectiva de superhéroes sino que además la menos solemne y patriotera de la década, lo que a estas alturas ya es un valor agregado.
La premisa que detona la idea de la unión para hacer la fuerza es tan sencilla como efectiva: llegado el hipotético caso de que existiese un enemigo para el planeta tierra, indestructible desde la acción individual, la solución no es otra que el agrupamiento de habilidades y destrezas de cada superhéroe para construir un equipo que en conjunto supere en poder al enemigo.
Ahora bien, si la hipótesis encuentra asidero en la realidad habrá que ver qué es lo que pasa entre teoría y práctica durante una feroz lucha con resultado incierto. Ese es el eje temático que recorre la superficie de un relato que transita por las peripecias de toda película de superhéroes, léase presentación de cada uno por separado, reclutamiento, enfrentamientos internos y finalmente unión y sacrificio por el bien común, pero multiplicado por cuatro o cinco, depende la lectura que quera hacerse donde se pone en juego la idea de la obediencia, el sacrificio altruista, la soledad del héroe y la tensión constante entre la humanidad necesitada de salvadores y la humanidad responsable de su propia autodestrucción.
Todas estas ideas desarrolladas con ritmo, diálogos simples y apuntes humorísticos certeros conforman la estructura narrativa de un guión que sabe dosificar el desarrollo de los personajes; las secuencias de despliegue visual y acción trepidante que no para un segundo y que encuentra los momentos adecuados para lucimiento de cada uno sin que ninguno sobre en la ecuación pero con el peso y la presencia justa por nivel de jerarquías.
Para usar un término futbolero: en este equipo Iron man (Robert Downey Jr) viene a representar a Lionel Messi y Hulk (Mark Ruffalo) al flaco Schiavi porque corta con la dulzura y desarma cuanto equipo contrario intente penetrar la línea de defensa, coordinada por un Capitán América (Chris Evans) que dentro del grupo es el menos pragmático y está pasado de moda en completa coherencia con su historia particular. Pero Messi –para seguir con la metáfora futbolera- sin ayuda no podría distinguirse y eso en el film, dirigido a puro pulso por Joss Whedon, se respeta como esos códigos inviolables, así como la presencia de un antagonista a la altura de las circunstancias que bajo la arcaica estrategia de dividir para reinar genera el suficiente caos para dejar en claro que a veces el poder no se resume en la fuerza sino en la inteligencia.
Sin anticipar mucho sobre la trama para que el público disfrute, basta con decir que el hermano bastardo de Thor (Chris Hemsworth), Loki (Tom Hiddleston), se apodera del cubo de energía ilimitada Tesseract para reinar sobre la tierra, protegida por su hermano Thor mientras el resto de los superhéroes, los ya conocidos y aquellos que se suman como Viuda negra (Scarlett Johansson) y Ojo de Halcón (Jeremy Renner) se encuentran alejados del mundanal ruido hasta que el espía Nick Fury (Samuel L. Jackson) a espaldas de sus superiores pone en marcha la iniciativa Vengadores a lo que puede ser la última batalla sobre la faz de la tierra.
Inmejorable debut para una franquicia que de mantener el nivel de esta primera entrega ganará por goleada el campeonato mundial de superhéroes porque cuando la base está, el resto del equipo funciona.