Lemuel Gulliver es un personaje creado por Jonathan Swift en 1726. Se trata de un médico cirujano, muy culto, aficionado a aventureras travesías marinas en cuatro de las cuales vive extrañas experiencias.
Swift “disfrazó” de novela para niños a una ácida crítica al reinado de Jorge I de Inglaterra al describir, en el primer viaje, a dos reinos de seres pequeños que están en pie de guerra por un insignificante motivo y donde Gulliver es un ser inmenso. En el segundo viaje el autor se animó a criticar a la autoproclamada magnificencia de la Reina, al ubicar al médico en un país de gigantes donde él es un ser diminuto.
La novela fue llevada por primera vez a la cinematografía en el año 1939 por Dave Fleischer, en la que se respetaba el sentido de la historia aunque fue filmada con soporte de dibujo animado y la voz de Sam Parker (ver Información complementaria).
Más reciente, del año 1996, es una versión televisiva que realizó Charles Sturridge con un elenco multiestelar conformado por figuras de primerísimo nivel actoral, en la que se hicieron algunas adaptaciones a la historia original sin desvirtuarla en su esencia (ver Información Complementaria).
En 2010 Rod Letterman terminó de rodar una nueva versión cinematográfica a la que los guionistas Joe Stillman y Nicholas Stoller con un innecesario afán de actualizar, alejaron casi por completo de lo que escribió Swift.
Se ha conservado el mar y sus furiosas tormentas, el reino de Lilliput y sus enemigos, muy fugazmente el reino de gigantes Brobdingnag y nada más.
En esta oportunidad Lemuel Gulliver es un empleado sin ninguna categoría de una importante editorial neoyorquina, con una personalidad tan diminuta que es vapuleado hasta por los nuevos empleados de la firma. Además está enamorado de la editora de la Sección de Viajes, pero su apocado carácter le impide declararle su amor.
Finalmente se anima a acercarse a la dama en cuestión y como consecuencia ella lo envía en una misión periodística al Triángulo de las Bermudas, donde una tormenta lo arrojará a las playas de Lilliput y comenzarán sus singulares aventuras.
La trama principal tiene como base argumental la endeble personalidad de Gulliver y su modificación es el soporte de toda la historia.
Las subtramas son confusas debido a las adaptaciones que han sufrido. Los viajes son sólo dos que parecen nada más que uno. La princesa no está prometida al príncipe del país vecino sino al general lilliputiense aunque no está enamorada de él. El conflicto entre los dos reinos no es la elección de la canción de bodas de los príncipes, sino que está tan difuso que no queda claro su origen.
Sin embargo el mensaje es fiel a la novela original. Gulliver es un gigante entre enanos y un enano entre gigantes, lo que da una sublectura referida a los países intervencionistas y corrobora la idea de lo innecesario de actualizar la historia que Jonathan Swift escribió hace cerca de 300 años.
Y dentro de las “actualizaciones” el espectador puede ver directas referencias a los personajes de “Star Wars” (1977) y “Transformens” (2007), a la película “Titanic” (1997) con una alusión a la próxima secuela de la misma y, llamativamente, hay una “lluvia dorada” que puede interpretarse como una travesura del guión para no remitirla a otro género cinematográfico.
Técnicamente está realización tiene un deslucido uso del chroma y los efectos digitales son casi imperceptibles, por lo tanto no se destaca en el aspecto visual.
El famosísimo, en la actualidad, Jack Black en la piel del protagonista hace uso de todos los recursos de sobreactuación con los que tiene acostumbrados a sus seguidores, desde las primeras escenas el espectador entiende que está ante un personaje muy distinto al que se leyó en la novela o se vio en las versiones anteriores. Black, en muchas escenas hace recordar al personaje televisivo de dibujos animados Homero Simpson.
El resto del elenco también sobreactúa, pero esto no es grave en personajes que piden una afectada composición. Aunque Chris O´Dowd como el General Edward se destaca al tener momentos de creatividad en un personaje bastante lineal en cuanto a la exigencia de elaboración.
El espectador se encuentra ante un producto cinematográfico destinado directamente al público infantil, hasta tiene una moraleja en su final.
Los niños pueden verla desde los seis años y seguramente los adolescentes también la disfrutarán.