La historia es harto conocida: un hombre de estatura normal se pierde y aparece como náufrago en una isla, Liliput, habitada por gente diminuta. Jonathan Swift, el autor de la célebre historia original, dotó de magia y aventuras a su trama, pero no inocencia: había, detrás de los ínfimos liliputenses, una enorme sátira política.
Pero eso ocurrió en 1726, año en el que se conoció "Los Viajes de Gulliver", y de ese punto en la historia a éste actual, han pasado (léase, se han perdido) muchas cosas. Una de ellas, acaso la más importante, fue el costado satírico, aquí completamente ausente y sustituido por referencias a la cultura pop actual, así como chistes livianos e inocentes, de esos que quitan una sonrisa sin ofender a nadie.
Las críticas, a nivel global, no fueron demasiado benevolentes: se ha dicho que Jack Black repite su papel de siempre (lo cual es cierto, ¿pero acaso actores más "serios" no hacen lo mismo, a menudo en pos de ganar un Oscar?), que la "esencia" del original se ha perdido (es discutible: "Gulliver..." fue siempre una fábula principalmente orientada a los más pequeños, y eso es algo innegable que mantiene esta megaproducción de la Fox), y que el resultado final de esta película es tan pequeño como sus habitantes: puede que así sea, pero desde un principio los realizadores del film no parecen tener mayores pretensiones.
Así y todo, las andanzas de este nuevo Gulliver tienen un indiscutible punto a favor, que han perdido muchas producciones infantiles recientes: no traiciona a su target principal (6 a 12 años, seguramente) con implícitos chistes para adultos, no hay muertes trágicas o momentos dramáticos al estilo Disney, ni se hace gala del ya insoportable cliché "para chicos y grandes": aquí los que disfrutan son los niños, y no hay nada de malo en que por una vez alguien piense inocentemente en ellos.