Los Viajes de Gulliver (Gulliver’s Travells, 2010) es una nueva puesta al día cinematográfica de la imperecedera novela del británico Jonathan Swift.
Esta nueva versión, dirigida por Rob Letterman (Monstruos vs Aliens, El espanta tiburones), nos narra la historia de un Lemuel Gulliver (Jack Black) del siglo XXI. Gulliver es jefe de la sala de correos de un periódico neoyorkino, y sus días se suceden entre una importante carencia de ambiciones y una absoluta timidez para con su compañera de trabajo, Darcy Silverman (Amanda Peet), de quien se halla perdidamente enamorado.
Pero un día todo en la vida de Gulliver se trastoca. Su nuevo empleado, con solo un día de antigüedad es ascendido y los roles de ambos se invierten. Ante esta nueva situación, busca con urgencia replantear su vida, acto que lo lleva a un desesperado acto de cortejo en el que simula ser un importante viajero con el sueño de convertirse en escritor, hecho que lo lleva a El triángulo de las bermudas a investigar las recientes desapariciones de barcos. En dicha travesía, una feroz tormenta lo arrastra al pequeño e inverosímil pueblo de Liliput.
La película, como la mayoría de la última hornada comedias hollywodenses, cuenta con un altísimo presupuesto y una gran puesta en escena, siendo la tromba marina y la llegada de Gulliver al pueblo de Lilliput los momentos en que dicha afirmación se percibe con mayor claridad.
Por otra parte, el trabajo tras las cámaras de Letterman puede tildarse simplemente de “correcto”, ya que el realizador no hace alardes de calidad técnica en ningún momento del film, limitándose a los encuadres más tradicionales y, en su mayoría, a los planos fijos.
Habiendo afirmado que el apartado técnico de la película no trasciende pero tampoco desmerece, es preciso referirse a la propia narrativa de la misma. Y es precisamente el guión el aspecto más irregular de todos, y este es un hecho prácticamente intolerable, dado que tenía como base el escrito de Swift.
El problema, como se puede adivinar, no es de estructura (aunque la película solo abarque una pequeña porción del libro), sino que radica en los diálogos, los cuales suponen una sucesión de frases incoherentes en la búsqueda del chiste fácil, y solo unos pocos conseguirán arrancarle la sonrisa al espectador quien, de todas formas, terminará saturado. No es exagerada la metáfora de expresar al guión como una ametralladora que no cesa de disparar, pero aun así sus proyectiles no ocasionan daño alguno, puesto que son de salva.
Los Viajes de Gulliver es una película prescindible, de la cual el espectador la olvidará pronto al salir de la sala. Pero a su vez, no es imposible de ver, y hasta quizás, mantenga a más de uno entretenido durante un rato.
Film errático durante la mayor parte del metraje, a la cual unas pocas escenas propias bien resueltas (el rescate del castillo de Lilliput envuelto en llamas) ni el soberano esfuerzo de Jason Segel, ni el hiper histriónico humor de Jack Black consiguen salvarla. Y es una pena, sobre todo para este último, a quien una buena comedia le habría dado un respiro luego de la enorme decepción que supuso Año Uno (Year One, 2009) -la cual, de paso, es inferior a esta- .