Los viajes de Gulliver dista de ser una película perfecta. Muchos incluso dirán que dista de ser una buena película. Y la verdad es que si uno no logra sentir empatía por los personajes, seguramente no va a salir muy contento del cine. Por mi parte, logré tomarle cierto cariño a ese eterno perdedor que es Jack Black (a esta altura, hablar del actor o el personaje es casi lo mismo) y por eso disfruté, en menor medida, de la película.
Basándose muy libremente en el clásico de Johnathan Swift (apenas la idea de un gigante en una tierra de gente diminuta) el director de Monstruos vs. Aliens cuenta la clásica historia de un hombre que, en nuestro mundo, vive desapercibido. Ese es Jack Black, un rockero, un nerd, o un geek. O las tres cosas al mismo tiempo. Es el “tipo del correo” que ama en secreto a su superiora. Para impresionarla, termina aceptando un viaje al Triángulo de las Bermudas. El destino hará que termine en Lilliput, atado en la playa por esos pequeños seres. Esa imagen sí es parte del universo del autor (cuyas cuatro obras tienen una densidad que la película obvia) y es fácil de reconocer porque hasta se encuentra en los afiches promocionales.
La “bestia” (como prefieren llamarlo los lilliputenses) en un principio será recibido con hostilidad, hasta que un acto casi involuntario de valentía lo convertirá en su salvador. Entonces, este hombre “pequeño” en el mundo real pasará a ser un verdadero “gigante” en Lilliput. Clásico y efectivo, en este caso. A partir de esta premisa, se desarrollan algunos gags muy buenos, como aquellos donde Gulliver recrea películas como Star Wars o Titanic en una suerte de anfiteatro para los lilliputenses. Incluso hay referencias para Avatar (Gavatar aquí) y West Side Story. Tampoco podían faltar los chistes con los videojuegos y la música (Black jugando al Guitar Hero con temas de Kiss, interpretados por personitas diminutas). Él es como una suerte de Dios protector, que pronto encontrará afecto en Horacio y la princesa de Lilliput. Interpretada por la belleza británica Emily Blunt (la protagonista de El hombre lobo, o la modista de El diablo viste a la moda) cuyo escote generoso parece ser el único interés de su prometido, el General Edward (Chris O’Dowd, sobreactuando como debe ser). Claro que la llegada de Gulliver moverá las cosas de lugar y entonces Horacio empezará a expresar su verdadero amor a la princesa.
Los viajes de Gulliver va a lo seguro. Hay algunos chistes con el físico de Black, pero no demasiados. A decir verdad, la película tampoco es tan larga: apenas unos 85 minutos. Sí: tiene defectos (sin ir más lejos, los efectos visuales por momentos son mediocres) pero en general se disfruta. Eso, claro, siempre que nos hayamos creído lo que nos están contando. Yo de verdad creo que Jack Black se sentiría a sus anchas en Lilliput.