Ladrones sin destino
Las historias que combinan enredos románticos, comedia y robos con los glamorosas locaciones de la Costa Azul de fondo conforman una suerte de subgénero en la historia del cine. Love Punch se suma a la movida con pocas luces: un subproducto que dos estrellas como Pierce Brosnan y Emma Thompson intentan sostener aportando mucha más dignidad que el previsible guión y la torpe realización de Joel Hopkins.
El film -que podría definirse como una mixtura entre Los enredos de Wanda y Para atrapar al ladrón, con múltiples referencias más en el medio- narra la historia de Richard (Brosnan) y Kate (Thompson), ex pareja con hijos ya grandes (una chica que se marcha a la universidad y un adolescente hacker) que volverá a unirse para hacerse pasar por un matrimonio de texanos y concretar el improbable robo de un collar de 10 millones de dólares durante una fastuosa boda en Cannes. La víctima es una hermosa joven (Louise Bourgoin) que está a punto de casarse con un cruel empresario (Laurent Lafitte), quien ha vaciado la compañía londinense en la que Richard se desempeñaba como ejecutivo (él y todos sus compañeros se quedaron sin trabajo y sin pensión). La idea, por supuesto, es vengarse del desalmado capitalista (el típico tiburón de las finanzas) porque, como sostiene el dicho, quien roba a un ladrón…
Love Punch es de esas películas en las que se puede predecir la escena siguiente y, por supuesto, el desenlace. La creatividad y la capacidad de sorpresa no parecen ser el fuerte de Hopkins (el mismo de Tu última oportunidad, también con Emma Thompson). Hay muy pocos momentos de humor logrado (pese a los esfuerzos de Timothy Spall y Célia Imrie como el matrimonio de amigos que llega para ayudarlos en el robo), una mínima química romántica entre Brosnan y Thompson (más por carencias atribuibles al director que a ellos) y una sensación de fórmula, de narración fatigada y siempre atada a las fórmulas. Demasiado poco… punch.