Qué se puede decir a estas alturas de un producto atiborrado de lugares comunes, clichés que se desprenden desde el título, algo así como “Amor perforado”, “Golpe al amor”.
En principio el punch me suena más a una clásica onomatopeya repetida infinidad de veces en la serie de TV Batman de los años ‘60, en que a los golpes que se propinaban los personajes aparecía en pantalla palabras “punch”, “crash”.
En esta película no aparecen ni Adam West (Batman), ni Burt Ward (Robin), ni ninguno de los supervillanos, si están los actores británicos Pierce Brosnan (Richard) y Emma Thompson (Kate) que hacen lo que pueden con los personajes que les toco representar.
Ellos conforman un ex matrimonio cuyo divorcio fue conflictivo, que el paso del tiempo profundizó las heridas. Tienen en común dos hijos en edad de abandonar el hogar. Ya nada quedaría como motivo de contacto entre ellos.
La pregunta sobre los por qué de la decisión de ambos muy buenos actores de involucrarse en éste proyecto, nunca mejor dicho la palabra “proyecto” ya que se queda en eso, un mero atisbo de lo que podría haber sido, sólo ellos puede contestarla.
Arranca bien, el tono de comedia es clásico pero con diálogos que le otorgan cierto aire de haber sido pensado, construido a base de ironías, sarcasmos por momento hirientes, pero puesto con mucho sentido del tono que deben transmitir, pero se quedan en esa presentación de antagonistas de buen vuelo, y todo se derrumba al presentar el conflicto.
Richard es un alto ejecutivo de una empresa que acaba de ser comprada por un malvado capitalista, un empresario inescrupuloso que le roba todos sus ahorros, dejándolo en la ruina, con el solo fin de desguazarla, y la primera consecuencia es que todos los trabajadores se quedaron desempleados.
El segundo corolario es no sólo el hecho de haber perdido todos los ahorros, dejándolos en la ruina (lo que demuestra que el guionista y director sabe poco de lo que es tocar fondo, ¿deberíamos invitarlo a estas tierras?) a todos los empleados, incluyendo a ambos intérpretes, sino que los ahorros de éstos se encontraban en los activos de la empresa y ahora valen nada.
Se enteran que con el producto de esa malversación el ignominioso de turno le compro a su novia un collar que le obsequiara el día de la boda. Richard planea robar el collar, pero para eso necesita de la ayuda de Kate, a quien también la perjudica económicamente la desaparición de la compañía.
La fiesta, como no podría ser de otra manera, para un multimillonario se realizara en La Costa Azul, y ahí empieza el despliegue de imágenes sobre el escenario donde se desarrollaran las acciones, pero sólo logra que tales iconografías se transformen en publicidad turística.
Richard y Kate son ayudados por sus mejores amigos, al mismo tiempo que lo mejor del filme, una pareja conformada por Jerry y Penélope (Timothy Spall y Célie Imirie) a quienes vimos en “El Discurso del Rey” (2010) y “El exótico hotel Marigold” (2011) , respectivamente, no es por comparación de performance histriónica de los actores, solo que estos personajes secundarios no tienen tanto tiempo en pantalla para demostrar que es imposible sostener el paupérrimo guión y peor estructura narrativa.
La idea de comedia inteligente se diluye con el correr de los minutos y con el desarrollo de la trama principal empezaba a querer transformarse en una comedia de enredos, pero todo es tan torpe y repetido que nada ni nadie puede eliminar el efecto soporífero que produce por inverosímil y previsible, todo junto.
Le juro que si hubiese un sktech que produjera una mínima sonrisa, se lo diría, la única sensación de alivio se produce al final, cuando termina.