Un film donde lo bello se transforma en maravilloso
“Loving Vincent” (coproducción polaco-británica, codirigida por Dorota Kobiela y Hugh Welchman) no es sólo un filme original en su estilo, sino también una maravillosa demostración de la utilización de la tecnología en pos de la creación de belleza.
La historia se rodó, primero, con actores reales. Participaron Jeromy Flynn (Doctor Gachet), Douglas Booth (Armand Roulin), Helen McCrory (Louise Chevalier), John Session (Pere Tanguy) y Robert Gulaczyk en el papel de Vincent van Gogh, entre varios más. "Era necesario hacerlo para re-imaginar los personajes retratados y los pasajes pintados por Van Gogh", explica el director de cine, el británico Hugh Welchman (Oscar a Mejor Corto Animado “Pedro y el Lobo”, 2008). Héroe, junto con la polaca Dorota Kobiela (su esposa) de este ambicioso y delicado proyecto experimental mundial que une la pintura de Van Gogh con el cine y la animación.
En "Loving Vincent", cada fotograma inspirado en la obra del pintor, fue pintado a mano. El filme está integrado por alrededor de 65.000 fotos, tomadas en alta definición de las 120 pinturas utilizadas para esta película. Cada una fue reproducida por alguno de los más de 100 artistas que participaron en el proyecto. Pintores de Polonia, Rumania, Francia, Holanda, Bélgica, Francia e Italia, fueron re-educados para replicar a un maestro inigualable, pero al mismo tiempo fueron instruidos en la técnica de animación.
La realización seduce y traslada la mirada hacia la misteriosa y más íntima vida del pintor e introduce al espectador en los bucólicos entornos de sus últimos años, cuando vivió en Arlés y en Auvers-sur-Oise y pintaba los campos de trigo, papas, lavanda y flores de la Provenza francesa, rincones en Arlés, como el restaurante amarillo que visitaba con frecuencia y aún hoy sigue existiendo en esa hermosa ciudad del sur de Francia, de pasado romano. Aparecen constantemente los cielos de azul intenso, tanto de día como de noche, que parecen de fantasía y se asocian con el imaginario de Van Gogh, pero que asombra cuando se llega allí, porque son reales.
"La noche estrellada", "Terraza de café por la noche" o el “Dormitorio de Arlés”, se animan e iluminan para mostrar un modo de vida. Mientras que los retratos del doctor Gachet, el de Louise Chevalier y, en especial, el del joven Armand Roulin (Douglas Booth), protagonista de "Loving Vincent", toman los cuerpos de los protagonistas, hablan, se desplazan, se emborrachan y sufren en su realidad de dibujo.
El espectador se sorprenderá, por ejemplo, ante la versión de "Orilla del Oise en Auvers", cuando Roulin se acerca a hablar con el barquero de la ciudad, o en frente al "El café de medianoche", en que aparece la pintura, cuando el Armand recibe el encargo de encontrar a quien entregar la última carta escrita por Vincent y está tirado, durmiendo, sobre una mesa.
Pero en las escenas que implican un retorno al pasado, utilizando flashback, como recurso, estéticamente se recurre al blanco, negro, pasando por la gama de los grises y sirve para producir contraste, no sólo entre los colores estridentes del presente sino, para diferenciar la historia central del recuerdo. En ese espacio monocromático, además de dejar descansar la vista de los estridentes colores del presente, también modifica las pinceladas, éstas son más suaves, casi una línea. Remitiendo a los primeros dibujos de Van Gogh, que eran como bosquejos.
El argumento de "Loving Vincent", toma de referencia además de los cuadros, 800 cartas escritas por el pintor a su hermano Teo y amigos. La acción comienza un año después de la muerte del artista, un supuesto suicidio. La película tiene como protagonista a un personaje real que pintó Van Gogh, Armans Roulin, el hijo de su amigo cartero. Un hombre joven y apasionado que, con el fin de descubrir qué pasó realmente ese fatídico día, en que Van Gogh agoniza, se interna en un frenético road-movie pueblerino recorriendo el lugar y los espacios donde vivió y murió Vincent, Auvers-sur-Oise,
En ese viaje encontrará varios personajes que le ofrecerán una visión diferente del pintor, creando desde distintos puntos de vista un rompecabezas muy difícil de armar, ya que las miradas son fragmentarias y se reflejan en mínimos trozos de vida la verdadera historia. A La manera de “El ciudadano” (“Citizen Kane”, Orson Welles, 1941), esos retazos alcanzarán un trágico final.
En ese viaje también los personajes se referirán a un extraño hombre, medio desquiciado de pelo rojo, que pinta por la campiña y el pueblo, y de un joven algo trastornado, que siempre tiraba piedras a Vincent. Y en algún momento alguien pensó, que él lo habría matado. A la manera de un docu-ficción, con toques de “cine noir”, "Loving Vincent", desafía al espectador a ingresar en el juego a través del asombro, la intriga, la curiosidad, la incertidumbre y a ejercitar su vena detectivesca, ya que a medida que pasan los minutos la mirada sobre sobre el suicidio no es tan clara, y las hipótesis del asesinato cobra fuerza.
El filme no olvida a las putas amigas de Van Gogh, ni a Gauguin, ni su disputa por una de ellas, ni el corte de la oreja, que hasta la actualidad no se sabe si fue real. Tampoco olvida la rivalidad entre los dos pintores, ni la pobreza, ni las pinturas que fueron entregadas, a los vendedores de pan o papas, para poder comer.
Vincent Van Gogh es un personaje borroso como individuo, pero que brillará a través de su obra. En ese doble juego de luces y sombras, entre lenguajes diferentes como cine y pintura, lo estético y lo narrativo, entre la estridencia y el blanco y negro, saturado de grises, surgirá su figura y la ambivalencia de sus acciones. Que, en un orden plegado se mostrará en los cuadros y en el desplegado en su modo de vida, borracho, pendenciero, soñador y desquiciado.
"Loving Vincent", con música de Clint Mansell, (compositor que acompaña en la mayoría de los filmes a Darren Aronofsky y en especial en "Réquiem por un sueño" (“Requiem for a dream”, 2000), es una auténtica recreación del universo de Van Gogh, cuyo antecedente fue un episodio “Cuervos” en el filme “Sueños” (“Dreams” de Akira Kurosawa, 1990), en donde el realizador grafica las pinturas de “Campo de trigo cuervos” (1890) y “El puente de Langlois en Arles” (1888).
La vida de Vincent Van Gogh fue una soledad limitada, íntima, que hizo una comunión: con el universo, con el espacio invisible de una palabra, soñar, y también con una necesidad desesperada de vivir, como si cada día fuera el último. El tiempo y el espacio están bajo el dominio de la imagen que proyecta cada uno de sus cuadros. Su ser-allí esta sostenido por la de un ser en otra parte, que proviene de los recuerdos. Y esos recuerdos fueron recuperados por dos soñadores: Dorota Kobiela y Hugh Welchman, quienes lograron llevar al espectador no sólo al universo de Van Gogh, sino a la intensidad poética de su pintura.