Las últimas pinceladas
Loving Vincent (2017) es un largometraje que se enmarca en el género de la biopic, centrado principalmente en los últimos días de la vida del eterno Vincent Van Gogh (1953-1890). Dicho artista es un referente del impresionismo pictórico, aunque sólo le dedicó diez años de su vida a la pintura, lo que nos habla de su enorme visión y talento. Toda clase de mitos artísticos se desprenden de la vida del holandés, como que, a pesar de su éxito posterior en vida, sólo vendió una pintura. A pesar de que las biografías cinematográficas son frecuentes y están en auge, Loving Vincent se destaca del resto por su peculiar formalismo: estamos ante un relato compuesto por “pinceladas animadas”.
El método de realización de dicha animación es muy complejo y digno de destacar. Consta de escenas filmadas en estudio con actores reales y su posterior recreación pictórica en 62.450 fotogramas pintados a mano durante cinco años por un grupo de artistas plásticos, quienes previamente aprendieron la técnica del Painting Animation Workstation. Es decir que cada fotograma es un cuadro pintado al óleo.
En consecuencia, Loving Vincent representa una interesante unión entre forma y contenido, puesto que lo estético refiere al último estilo pictórico y más característico de Van Gogh, quien a su vez es el tema narrativo. En ese sentido el relato es constantemente metadiscursivo, mediante el efecto de las pinceladas en movimiento, como si fuese él mismo Vincent quien está contando la historia, su historia. Sin embargo, el filme se vuelve más objetivo cuando se utiliza el recurso del flashback para remitir a un acontecimiento pasado. Para diferenciarlo del presente se utiliza estéticamente el blanco y negro en forma monocromática -allí se produce un contraste muy fuerte con los colores estridentes del presente- y no sólo es el color lo que cambia, sino también el estilo de las pinceladas, éstas son más suaves y menos impresionistas, remitiendo quizás a los primeros desarrollos pictóricos del artista en cuestión.
En Loving Vincent, cine y pintura se fusionan para crear imágenes que remiten a 120 obras reconocidas de Van Gogh, lo que se observa inmediatamente en los decorados y los ambientes del largometraje que nos transportan inmediatamente al universo simbólico del artista. Ese doble juego entre dos lenguajes distintos -pintura y cine-, entre narración y estética, entre el color estridente y el blanco y negro, también dialoga con la personalidad ambivalente del artista.
Otro aspecto peculiar de la película es el híbrido del género de la biopic con el policial, a través de los misterios que rondaron la muerte del artista. Para ello, se utiliza a Armand Roulin (amigo real de Van Gogh) devenido en un personaje detectivesco encargado de llevar la acción narrativa e investigar la vida del artista con un estilo similar al de Agatha Christie, salvando las distancias. En dicho sentido, al Roulin toparse con los distintos agentes de la vida de Vincent, se despliegan los diversos puntos de vista sobre un mismo sujeto, tan matizados como pinceladas, algo similar a los que nos enseñó hace tiempo El Ciudadano (Citizen Kane, 1941).
Loving Vincent además de citar pinturas como El dormitorio en Arlés (1888), La noche estrellada (1989), Retrato de Père Tanguy (1887), Retrato de Armand Roulin (1888), Retrato del Doctor Gachet (1890), Terraza del café en la Place du Fórum (1888), se basa en 800 cartas escritas por el artista que evidencian como dice el filme que “la vida puede cambiar hasta al más fuerte”.
Quizás el único antecedente del tratamiento visual de dicho largometraje sea Los Sueños de Akira Kurosawa (Akira Kurosawa´s Dreams, 1990), en donde en su episodio “Cuervos”, el director cita las pinturas Campo de trigo cuervos (1890) y El puente de Langlois en Arles (1888), de Van Gogh para expresar su admiración por el artista. Lo cual es de vital importancia porque es sabida la influencia del arte japonés sobre el pintor y además ambas pinturas también son citadas en Loving Vincent.
Loving Vincent nos invita a observar sus imágenes como si fuesen pinturas en movimiento o tableaux vivants mediante un trabajo extraordinario de realización. Asimismo, esto se enfatiza debido al formato cinematográfico y su proporción que acentúan lo pictórico, manteniendo la proporción de los cuadros y evitando el cinemascope. Esta biopic alcanza entonces el objetivo de Van Gogh al querer conmover y enternecer a los demás mediante su arte, colocándonos en un lugar de contemplación constante.