Pinceladas de una vida
Con personajes y escenarios de las pinturas de Van Gogh, este prodigio animado indaga en la muerte del artista.
Primero hay que hablar de la forma, que aquí es más importante que el contenido. Como tomando la idea de Akira Kurosawa en el quinto de sus Sueños (“Cuervos”) pero llevándola hasta las últimas consecuencias, Loving Vincent consiste en animaciones de los cuadros más famosos de Van Gogh. Pero no sólo los escenarios, sino también los personajes, están extraídos de obras como Retrato del Dr. Gachet, Anciano en pena o El café de noche: las reproducciones están hechas con tal pericia que las pinturas al óleo del holandés parecen realmente cobrar vida.
Este prodigio de la animación -realizado por 125 pintores, en óleo sobre lienzo, durante cinco años- podría ser nada más que una curiosidad o un producto exclusivo para amantes de la pintura si no estuviera acompañado por un buen guión. Pero la historia no es sólo una excusa para hacer un repaso visual por diversos ejemplos de la genialidad de Van Gogh, sino que se sostiene por sí misma. Todo transcurre un año después de la muerte de Vincent: un joven tiene que entregarle una carta del pintor a su hermano Theo, pero cuando descubre que éste tampoco vive, viaja al pueblo francés donde falleció Vincent e inicia una suerte de pesquisa detectivesca para averiguar las causas de su muerte.
De esta manera, con la intercalación de flashbacks en blanco y negro que abandonan la reproducción de pinturas, nos enteramos de diversos aspectos de la vida de Van Gogh, a menudo contradictorios según el personaje que habla de él. Gran parte de los datos biográficos y de los detalles de sus últimos días están basados en la correspondencia que mantenían Vincent y Theo, de calidad literaria a la altura de la pictórica.