Vincent Van Gogh murió el 29 de julio de 1890. 30 horas antes, recibió un impacto de bala que quedó alojada en su abdomen. Loving Vincent parte de esa premisa, y aunque la historia oficial cuenta que el autor del disparo fue él mismo, el enfoque que eligen aquí los directores lo pone en cuestión. Con un tono fantástico, apoyado por un aspecto visual formidable, Loving Vincent pone en el centro del relato al mismo pintor, que un año después de su muerte, el protagonista de la película decide investigar el hecho. La trama adquiere así un tinte policial, casi detectivesco, en donde la historia atrapa y está bien contada, pero claramente lo más llamativo es aquí el aspecto visual. Lo curioso del film de Dorota Kobiela y Hugh Welchman que está todo compuesto en base a pinturas con diversas técnicas, siempre con el objetivo de emular el estilo postimpresionista de Van Gogh. Para la realización del film fueron confeccionados 65.000 cuadros pintados a mano por más de dos cientos artistas, y ese sólo hecho es algo que vale mucho la pena ver.