Van Gogh revive cuadro a cuadro en notable trabajo
Cuando salió del hospital, Van Gogh estaba feliz. Poco después se mató. ¿O lo mataron? "Les duele su muerte pero en vida no lo acompañaron", piensa Marguerite Gachet, la hija del médico amigo del pintor. Ella también se siente culpable. Pero es que él era medio loco. Meses después de su muerte, una carta suya todavía anda dando vueltas. Roulin, el cartero, pide a su hijo que la lleve personalmente. En el camino el joven conoce al Pére Tanguy, la agradable Adeline Ravoux, la odiosa Louise Chevalier, el barquero, los Gachet, el buen gendarme Rigaumon, y el doctor Jean Mazery, que sostiene la tesis del homicidio involuntario. Sólo por piedad, Van Gogh habría ocultado al verdadero autor de su herida. Una tesis que ha reflotado en los últimos tiempos.
Es interesante esa mirada distinta, y la historia está bien contada. Pero hay algo también muy interesante: la forma en que se hizo esta película. Filmaron al elenco actuando sobre fondo neutro, ampliaron cada fotograma, y a cada uno lo pintaron al óleo, caracterizando a los actores como figuras típicas de los cuadros de Van Gogh, metidas en el café de Arlés, el campo de trigo con cuervos, en fin, en el mundo del pintor. Cien copistas fueron requeridos durante tres años para hacer de este modo todas las imágenes necesarias. Y el resultado es notable, nos transmite la ansiedad y la riqueza interior de aquel hombre, la enérgica textura de su obra, y la pena de quienes no pudieron ayudarlo.
Autores, Dorota Kobiela, muy creativa animadora polaca, y Hugh Welchman, productor inglés. Como Van Gogh, otro polaco, el actor Robert Gulaczyk. Premio del Público en el reciente Festival Internacional de Annecy, el Cannes del cine de animación.