El subgénero del thriller sobrenatural es uno de los más atrayentes del cine contemporáneo, con un claro refundador como M. Night Shyamalan con su obra emblemática Sexto sentido. Si bien Luces rojas no llega a un logro semejante, además de abordar una temática apasionante, cuenta con uno de los mejores y más sorprendentes desenlaces de la pantalla grande en los últimos tiempos.
El cineasta gallego Rodrigo Cortés ha logrado con sólo dos films ser coptado por Hollywood, en un vínculo que se avizora perdurable. Tras la avasallante y lúcida tragicomedia Concursante, protagonizada por Leonardo Sbaraglia en épocas de gran actividad actoral en España, sacudió al ambiente cinematográfico con la claustrofóbica y fenomenal Enterrado. En este caso arriba a su film más ambicioso, no sólo en cuanto a producción y elenco sino
también por internarse en tópicos que llegan a ser más escabrosos –y hasta reveladores- de lo que aparentan.
Un dúo de académicos e investigadores de fenómenos psíquicos, empecinados en desenmascarar adivinos, predicadores, médiums y especimenes por el estilo, se topan con el retorno, luego de treinta años, de un legendario metafísico ciego, lo cual se transforma en su mayor reto profesional. Alternativas entre dramáticas y paranormales irán acrecentando la tensión y la intriga – brillantemente urdida- de la trama. No caben dudas que Cortés tiene talento y buenas ideas fílmicas y aquí lo vuelve a demostrar, más allá que Luces rojas (o rotas, porque estallan unas cuantas) deje algunos cabos sueltos. Incluso habrá que verla más de una vez, especialmente en sus tomas finales que presentan ciertos simbolismos al pasar. Dentro del sólido reparto hay que destacar a un De Niro con destellos de sus mejores trabajos, a Cillian Murphy, que lleva con convicción casi todo el peso expresivo del film, y la
intensa y desbordante participación de Sbaraglia.