Apenas una fascinación hipnótica
Entre incrédulos, desenmascaradores de los que dicen poseer poderes parapsicológicos y auténticos videntes, transcurre esta historia que se mueve entre maestros y discípulos, algunos planes y coartadas, con ciertos elementos de intriga.
Debo decir que al ver su film anterior, Enterrado, ("Buried"), experimenté frente a este joven director, Rodrigo Cortés, una muy particular y por cierto renovable, en el cine de géneros, sucesiva gama de reflexiones. Ambientar una microhistoria en un espacio cerrado, centrar toda la atención en un único personaje, la luz de una llama y los llamados de un celular pueden llegar a reescribir los paradigmas del relato clásico, en el marco de las tensiones sociales y políticas del mundo de hoy; en el que el individuo, no es más que un sujeto identificado con un código, expuesto a sistemas de vigilancia, instrumento de la voluntad de perversos marionetistas.
A lo largo de noventa y cinco minutos, en este film que conocimos hace sólo dos años, el personaje que compone un destacado Ryan Reynolds, Paul Conroy, quien por razones ajenas a su voluntad y por prepotencia bélica del accionar expansionista se ve atrapado en un espacio lóbrego (en un símil poeiano de "Entierro prematuro), el lóbrego espacio que lo circunda está atravesado por voces que provienen del mundo exterior, imágenes que van languideciendo a medida que el oxígeno se va diluyendo entre claroscuros y sombras evanescentes.
Frente a esta construcción severa, tensionante, en este nuevo film Cortés ha optado por una temática que en sí puede llegar a fascinar hipnóticamente a más de uno (me cuento entre ellos), pero que a los fines de servir a los guardianes de la industria, va perdiendo esa línea de suspense inicial,para hacer uso de efectos, recursos, que pretenden shockear y causar sobresaltos...pero que,en definitiva, fatigan, por echar mano de ese abc del manual del cine que pretende alimentar taquillas.
Entre incrédulos, desenmascaradores de los que dicen poseer poderes parapsicológicos y auténticos videntes, transcurre esta historia que se mueve entre maestros y discípulos, algunos planes y coartadas, con ciertos elementos de intriga y evidente intención de chorrear misterio desde la banda sonora, plagiaria de ruidos risiblemente pesadillescos. Con un cartel actoral, que nos trae al mismo Leonardo Sbaraglia en un rol no precisamente de paso, aquí tenemos ya a una decidida y severa Sigourney Weaver y a De Niro, en un rol en el que ya desde su primera aparición en cuadro, bajando del avión, con anteojos negros, protegiendo su ceguera, deberá enfrentarse a desafíos. Aunque es un joven, el actor Cillian Murphy, protegido de la Dra. Matheson el que lleva a su cargo el recorrido por ese fallido laberinto.
De pronto, nos planteamos: ¿por qué haber olvidado la lección de los grandes maestros del género, cuando señalaban que no se trata de ir acumulando ni de explicitar; sino, la de sugerir, la de narrar desde los silencios, desde lo que no se muestra, desde ese fuera de campo que está más en la mente del espectador y no en el desaforado y repetido empeño de remarcar lo obvio y subrayar lo que se podría apenas sugerir?.
Se trata, entonces, de volver a mirar a aquellos grandes maestros: Fritz Lang, Jacques Tourneur, Robert Siodmak, Alfred Hitchcock, Claude Chabrol, el mismo Orson Welles, Robert Aldrich, William Castle, Curtis Harrington, René Clement y entre los realizadores argentinos, Carlos Hugo Christensen, Mario Soffici y Daniel Tinayre, entre otros.
Recordemos que hace algunos años, conocimos un film de origen francés llamado igualmente, Luces Rojas, sobre la misma novela de Georges Simenon. En clave de relato de suspense, en una línea borrosa entre la vigilia y el sueño, esta realización de Cedric Kahn, más que recomendable, cuenta con las actuaciones de Carole Bouquet, una de las actrices de Buñuel de su último film, y de Jean Pierre Darrousin, actor que componía al inspector de policía en el sublime film El Puerto de Aki Kaurismaki.