CREER Y DESPUÉS REVENTAR
Había bastantes expectativas con respecto al nuevo proyecto de Rodrigo Cortés, un tipo que en su trabajo previo, ENTERRADO (BURIED, 2010), había sido capaz de filmar una gran película adentro de un ataúd y con un solo actor (que encima era el madera de Ryan Reynolds). Su siguiente film, LUCES ROJAS (RED LIGHTS, 2012), es más ambicioso en muchos sentidos. Tiene una historia más "grande", que toca temas trascendentales (la vida después de la muerte, el clásico debate fe versus ciencia y hasta la existencia o no de los fenómenos paranormales) y cuenta con un elenco de nombres importantes: Cillian Murphy, Sigourney Weaver, Robert De Niro, Toby Jones, Elizabeth Olsen y Leonardo Sbaraglia (sí, el argentino). No es malo apuntar más alto, pero el reverso negativo de esa búsqueda se hace notorio en ciertos aspectos, como la presuntuosidad de algunos diálogos, especialmente los de la doctora Margaret Matheson (Weaver), quien junto a su asistente, Tom Buckley (Murphy), se dedica a desenmascarar a los psíquicos, videntes y parapsicólogos que dicen tener poderes sobrenaturales. Cuando el mentalista Simon Silver (De Niro) regresa de su retiro, Buckley intentará convencer a su jefa para que lo investiguen, aunque ella se negará por cuestiones personales.
La primera mitad de LUCES ROJAS es superior a la segunda: la buena presentación de los personajes, su mundo y sus inquietudes están bien plasmadas, pero todo se desperdicia con un final sorpresivo pero sin demasiada potencia que no logra aprovechar lo que se había construido hasta ese momento. Es como si el desenlace, a pesar de toda su teatralidad, le quedara chico (qué paradoja) a ese inicio paciente e intrigante que nos hacía tener fe en el cineasta español. Pero como toda burbuja, aunque esta se infle de forma prometedora, se produce el estallido inesperado pero ineludible: en el aire sólo quedan microscópicas gotas de agua flotando imperceptiblemente. Luz roja, entonces, para Rodrigo Cortés: que frene, aproveche y saque el mapa, que elija otro rumbo, porque viene bien, pero podría ir mejor.