Dada la anticipación del filme, esto es los actores citados, Robert de Niro, Sigourney Weaver, Cillian Murphy, Toby Jones, Joely Richardson, más la expectativa por la aparición de Leo Sbaraglia en una producción de la industria yankee, todo estaba dado para bien predisponerse.
A todo esto se suma que su responsable directo es el realizador nacido en Galicia, España, Rodrigo Cortés, quien se habría abierto las puertas de Hollywood con su último filme “Enterrado” (2010). Película esta en la que hacia un despliegue increíble de conocimiento de como manejar los espacios y las posiciones de cámara, promoviendo un suspenso con variables honestas que otorga el cine como estructura narrativa.
Las primeras secuencias de “Luces Rojas”, en la cual nos presentan a dos científicos, Tom Bucley (Cillian Murphy) y Margareth Mateshon (Sigourney Weaver), revelando a un par de farsantes mentalistas que dicen tener percepciones paranormales pero cuyo único fin es el de abultar sus arcas engañando a la gente.
Nada de lo visto es de gran originalidad, pero sí es en este momento donde el director vuelve a demostrar que sabe cómo, cuándo, y con qué herramientas narrar para atrapar al espectador.
Conlleva en esas secuencias una toma de posición al respecto, pero el problema es que luego el texto fílmico derrapa de tal manera que nunca podrá volver a encausarse, y no es porque un entrecruzamientos de géneros sea pecado, sino que el problema es cuando no esta del todo justificado, ni bien resuelto.
Estos dos científicos son subvencionados por los fondos de una universidad, pero estos se ven en detrimento por otra área de la misma universidad que intenta demostrar la existencia de personas dotadas para las actividades y los fenómenos metapsíquicos, su coordinador es el Dr. Paul Shackleton (Toby Jones), presentado aquí como el antagonista de los científicos cuya única finalidad es desenmascara farsantes.
Por supuesto que es mucho más lucrativo lo místico del misterio, y hacia allá apunta el interés de la alta casa de estudios.
Si uno hiciera el ejercicio mental, luego de ver la película, de producir la desaparición de este personaje, pondría de relieve que nada en cuanto a esencia se modifica ni en la estructura, ni en el discurso, ni en la manipulación engañosa que realiza el director del filme, siendo este elemento el primero en aparecer.
Transcurrida casi la primera mitad la proyección hace su aparición en la pantalla, reaparición según el cuento, Simon Silver (Robert De Niro), un gran mentalista ciego que se llamó al ostracismo hace treinta años por, al parecer, razones más que muy justificadas.
Él será el verdadero contendiente, en principio no del dúo científico sino históricamente de Margareth, pero por otros giros, que intentan ser sorpresivos, flshback mediante, como recurso de instalación de verosímil, música empática acorde al momento, el manejo de la cámara, sin el cuidado de hacer jugar los espacios como otro protagonista, todo esto en su conjunto sólo terminan siendo a esta altura, en el siglo XXI, un catalogo de lugares comunes sin la menor gracia y atractivo.
Ni siquiera el buen despliegue técnico, como la muy buena dirección de fotografía, el buen diseño de sonido, y las buenas actuaciones, salvan al producto del incendio.
De Niro construyo su personaje con los ojos cerrados; Murphy de buena labor, termina siendo el verdadero protagonista de la historia; Weaver al igual que Jones no necesitan de esto para demostrar sus capacidades histriónicas, y Leo siempre sólido y encontrándole la vuelta a su personaje, cumple. Lastima, me hubiese gustado verlo en una misma escena, en un mismo plano, con De Niro. Pero no todo en la vida es como uno lo desea, esta película tampoco.