Hombres de ciencia vs. Hombres de fe.
Un elenco de lujo, una historia interesante, un director prometedor. Todo eso tenía Luces Rojas (Red Lights, 2012) en su arsenal como para convertirse en una de las películas de suspenso más interesantes del año ¿Qué falló? Mayormente, el final. Pero vamos desde el principio.
Lo que nos propone Luces Rojas es el clásico enfrentamiento entre la fe y la ciencia. La primera, representada por gente que dice tener poderes telepáticos, telekinéticos, curativos y demás yerbas. Y, por el otro, a científicos que intentarán demostrar con pruebas lógicas y factibles que todo lo que dicen los otros tipos es puro bla bla. Este segundo grupo está representado por la doctora Matheson (Sigourney Weaver) y su asistente, el físico Tom Buckley (Cilian Murphy). Ellos son parte de un departamento cada vez más menospreciado dentro de una universidad y, casi sin fondos, recorren el país para ver fenómenos paranormales, comprobarlos y, siempre, refutarlos.
El problema se dará cuando, luego de muchísimos años en el anonimato, vuelva a los escenarios el psíquico ciego Simon Silver (Robert De Niro), que bajó de los escenarios luego de que uno de sus mayores detractores muriera frente a él en un teatro. Claro, los creyentes no dudaron en que el mismísimo Simon le hizo explotar el corazón con el poder de su mente, con lo cual decidió retirarse un tiempo para salir del foco de atención. Él y la doctora Matheson ya tuvieron un encuentro, en el cual ella quedó muy mal parada. Es por eso que la científica no quiere volver a enfrentarse a Silver, algo que Buckley desea con toda su alma.
Hasta ahi lo que se puede contar sin dar spoilers relevantes. Luego, la película da un giro tan dramático que parece que estamos viendo otra cosa. La primera hora, pongamos, es una típica obra de suspenso, buena e interesante, pero después todo se va al diablo por algo así como un síndrome M. Night Shyamalan: intenciones de dar giros y sorpresas todo el tiempo que, en la mayoría de las veces, quedan truncas. Si Rodrigo Cortés (conocido por la claustrofóbica Enterrado) hubiera tenido menos pretenciones y mejor desarrollo, todo podría haber sido distinto. Eso si, Cortés pecó también con los clichés, haciéndolos excesivos, obvios y hasta graciosos. Un ejemplo claro es la escena en la que conocemos a Silver. Ahí está, bajándose de un avión con un porte solemne y unos anteojos negros. De golpe, se quita las gafas solo para mostrar sus ojos atrofiados a la cámara. Luego, vuelve a ponérselos ¿Qué necesidad había de demostrarnos tan tontamente que Silver es ciego? ¿No había una millonada de recursos más sutiles? Y, lo peor: como este, infinidades.
Luces Rojas tiene una buena primera hora y un pésimo descenlace. Es gracioso, pero hasta recomiendo que vean los primeros 60 minutos porque de verdad es una película interesante, con cierto ritmo y un suspenso que logra atrapar, pero el remate de la película cae tan bajo que hace que todas las buenas intenciones sean bombardeadas por resoluciones tontas, sobreactuaciones y cosas que solo se pueden explicar mediante algún fenómeno paranormal, porque de lógica, nada nada.
@JuanCampos85