La fe del creyente
En épocas del auge de lo sobrenatural como moneda corriente para el cine y para los falsos documentales llega una película que parte de la premisa sugerente de poner en tela de juicio la realidad de lo paranormal y así dejar abierta la controversia entre fe y razón, elementos muy ricos para confrontar en relatos de género como Luces Rojas.
Sin anticipar demasiado sobre la trama, que expone por un lado la farsa que existe detrás de todas aquellas actividades de las pseudociencias como la parapsicología desde la presentación de clarividentes truchos, actos paranormales manipulados y una serie de situaciones sin explicación lógica hasta la introducción de un caso de crisis de fe, el film del español Rodrigo Cortés (Enterrado) se estructura a partir del derrotero de un grupo de expertos en detectar fraudes relacionados a episodios sobrenaturales como una suerte de policía que investiga la falsedad y la puesta en escena de esos acontecimientos inexplicables.
Sigourney Weaver, Robert De Niro y Cillian Murphy son los encargados de llevar a buen puerto la historia con actuaciones convincentes, sin dejar de mencionar a la pasada la presencia del argentino Leonardo Sbaraglia en un rol secundario.
La ex teniente Ripley en este caso bajo la piel de la doctora Margaret Matheson se dedica a desenmascarar a todos aquellos inescrupulosos –Sbaraglia es uno de ellos y es argentino- que se aprovechan de la necesidad de creer en algo más allá de la razón. La acompaña en su tarea su ayudante, el doctor Tom Buckley (Cillian Murphy) que alterna sus trabajos en la universidad con las investigaciones y para quien la figura de un enigmático clarividente ciego, Simon Silver (Robert De Niro), quien tuvo que retirarse de la esfera pública por un incidente hace unos 30 años en el que también está vinculada indirectamente la doctora Matheson, despierta todo tipo de sospechas sobre sus verdaderos poderes y por un motivo personal se transforma en la obsesión del científico.
Rodrigo Cortés apela a todos los elementos válidos que le brindan los recursos cinematográficos para jugar el rol de prestidigitador con el público y lo hace a fuerza de ingenio y sin trampas, por lo que su obra es más que atractiva.
Conocedor de los resortes que se deben ejecutar en una trama donde los elementos del thriller sobrenatural se respetan a rajatabla y en la que no se busca caer en obviedades, consigue un producto que supera el mote de mero entretenimiento para dejar algo más en la mente del espectador que vaya con el propósito de pasar un momento atractivo y en el que pueda dispersar su cabeza sin problematizarse mucho por la propuesta, que sin ser sencilla tampoco presenta un sinfín de vueltas de tuerca, o inconsistencia, como suele ocurrir en este tipo de películas.