El género documental tiene diferentes vertientes que le han permitido generar discursos diferenciados, y enfocados, no sólo en temáticas que no alcanzan la visibilidad en otros dispositivos, sino, principalmente, en la mirada única sobre algún fenómeno social, discursivo y temático relevante.
No es común que el cine documental trabaje con personajes vigentes y actuales, y mucho menos, que el producto surja de la minuciosa tarea de intentar reconstruir una carrera, como en este caso, deportiva, con la misma urgencia que los hechos que se muestran son aquellos sobre los que se quiere reflexionar y también, por qué no, reflexionar.
“Lucha. Jugando con lo imposible” (Argentina, 2016) de Ana Quiroga, es el relato de la vida de la mejor jugadora de hockey sobre césped que vio Argentina, y que, a partir del trabajo en equipo y el esfuerzo sostenido, pudieron colocar y posicionar a Luciana Aymar como una gran deportista, llena de valores y de una honestidad única que se tradujo en su capacidad de liderazgo y dirección.
Atravesando los últimos torneos y mundiales, relevando testimonios de pares y de especialistas, pero, también, incorporando a la protagonista desde la voz en off y la entrevista directa, con las claras intenciones, en el fondo, de armar un relato que llega y empatiza rápidamente con el público, el filme intenta alejarse de cualquier toma de posición sobre aquello que se muestra.
“Yo lo soñaba, pero no imaginaba que podía ser real”, adelanta Luciana en el arranque del filme, y luego narra en off algunas cuestiones vinculadas al deporte, a su experiencia, a sus obstáculos, a su pasión, y también, a su disfrute, que contextualizan con un destacado proceso de investigación, la verdad sobre la actividad..
Entrenadores, periodistas, deportistas, todos sumarán sus comentarios sobre “la maga” y su participación en el último mundial, al que acudió con muchos anhelos y esperanzas, pese a saber que era última oportunidad que tenía de poder triunfar con Las leonas.
“Siempre elegí lo que quise hacer” suma en otra escena, y en las lágrimas de dolor que se muestran al enterarse que una lesión la dejaría afuera del mundial, o cuando su posición como abanderada del deporte, termina por consolidar sus ganas de continuar en el mundo del hockey, desde ya otro lugar.
Quiroga falla cuando la pasión que se quiere transmitir en la pantalla es más dialogada o verbalizada por la protagonista, y también sobre los personajes secundarios, que por las imágenes.
La ´pasión”, tal como quiere hacernos pensar Quiroga, no se vive, a su manera se cree que sólo se posa en algún elogio a Luciana, y en el mejor de los casos, en las propias palabras de la ex jugadora, intentando así escapar del lugar común.
Por eso Luciana merecía oro tipo de crónica, que aquella en la que la última adherencia, sea lo mejor de un filme que posee algunos errores pero que sólo intenta hablar del minucioso trabajo detrás de una luchadora tal como la conocemos.
La directora suma cuando la cámara se detiene en la Luciana, que reflexiona sobre su vida profesional, pero pierde cuando quiere que todos sepan cuestiones ya debatidas, expuestas y presentadas, de otras maneras y por otros soportes a lo largo de la impresionante carrera que tuvo.