Es probable que quienes hayan apreciado Yo, Tonya disfruten de Luchando con mi familia, que está un par de escalones por debajo pero igual vale la pena. Ambas ficciones están basadas en biografías de una deportista real, se inspiraron en documentales y hacen una alquimia de comedia y drama con un tono liviano, no exento de acidez.
Aquí la retratada es Saraya-Jade Bevis, más conocida como Paige en el mundo de la lucha libre. Ella ostenta el récord de haberse convertido, a los 21 años, en la campeona más joven de la WWE, una de las empresas organizadoras de este Titanes en el ring hiperprofesionalizado. Pero la gracia de su historia está en sus orígenes: Paige proviene de una pintoresca estirpe británica de luchadores.
De ahí el doble sentido del título. Paige creció combatiendo en la WAW, la empresa británica manejada por su familia, entrenada por sus padres y subiendo al ring con ellos y uno de sus hermanos. Pero para poder cruzar el charco y hacer su propia carrera en las grandes ligas estadounidenses, tuvo que sobreponerse a las expectativas y presiones de los suyos.
Al menos, ésa es la versión que cuenta esta ficción ideada y producida por Dwayne Johnson. Que, como es sabido, antes de ser el actor mejor pago de Hollywood fue una estrella de la lucha libre bajo el alias por el que aún se lo conoce: The Rock. El gigante -aquí cumple con un par de intervenciones haciendo de sí mismo- tuvo la astucia de convocar como director y guionista a Stephen Merchant, su compañero de elenco en Hada por accidente y socio creativo de Ricky Gervais en series como Extras, The Office o Life’s Too Short.
Lo que salva a esta película de convertirse en otra historia de superación hollywoodense más es ese sentido del humor británico. Que se apoya en intérpretes brillantes, empezando por la protagonista, Florence Pugh, y siguiendo por Nick Frost (el padre), Jack Lowden (el hermano) y Lena Headey (la madre, un papel opuesto a su Cersei de Game of Thrones). Así, los clichés épicos no logran arruinar este viaje al mundo de la lucha.