La mayoría de nosotros, especialmente en este país, asociamos los espectáculos de lucha libre con un entretenimiento de la infancia.
Según la generación a la que pertenezcas tal vez en algún momento idolatraste alguna figura de Titanes en el ring, Lucha fuerte o 100% Lucha.
Si eras muy fan probablemente recuerdes de los años ´90 los programas de la WWE con Hulk Hogan o el Undertaker y su compañía rival la WCW.
En la actualidad resulta algo desconcertante, cuando uno ve en los canales deportivos estos programas norteamericanos, el hecho que prácticamente no se ven niños en el público.
Los fans en su gran mayoría son personas de casi 30 años o más, que completamente desaforados, vitorean a sus ídolos.
Esta gente no es estúpida y es consciente que las peleas no son exactamente reales, pero se enganchan con el espectáculo y la fantasía que proponen.
Shows que en ocasiones cuentan como en los cómics con sus propias sagas argumentales y a veces los luchadores se la pasan más tiempo enfrentados en duelos verbales con chicanas personales que en combates dentro del ring.
Peleando con mi familia es una excelente película, producida por The Rock, que nos transporta a la cocina de la industria de la lucha libre profesional y el proceso con el que se crean a las grandes figuras.
A la hora de abordar estas cuestiones la trama se centra en la biografía de Paige, una luchadora inglesa que llegó a ser bastante popular hace unos años.
No es la figura femenina más relevante de la WWE pero tiene una historia de vida muy rica e interesante, que no en vano fue trabajada previamente en un documental y ahora en esta producción protagonizada por Florence Pug (Lady Macbeth)
Saraya-Jade Bevis, su nombre real, es una chica inglesa que se crió en el ambiente de una familia vinculada con la lucha libre amateur y cuyo mayor sueño era convertirse en una figura de la WWE.
El film de Steven Merchant, co-creador de la sitcom The Office, describe su particular historia de origen y todo el proceso que tuvo que atravesar para ser parte de la máxima institución en este tipo de entretenimiento.
A través de un relato muy ameno, que equilibra de maravillas el drama con la comedia, seguimos las experiencias que vivió esta mujer en una industria extremadamente competitiva.
Más allá del tratamiento de los vínculos familiares que están muy bien trabajados, una característica apasionante de este film es el proceso de casting y preparación con el que los entrenadores de la WWE tantean el potencial de las futuras estrellas.
La cocina detrás de la creación de estas figuras es realmente apasionante.
No basta con tener habilidades físicas sino que además hay que desarrollar determinadas herramientas histriónicas para venderle una fantasía al público.
Aunque The Rock figura en los pósters para impulsar la promoción del film, en este proyecto su intervención es muy secundaria.
No obstante la rompe cada vez que aparece en la trama donde se interpreta a sí mismo.
El discurso que brinda en su primera escena es extraordinario y explica de manera contundente por qué es una estrella de Hollywood que convoca miles de personas en los cines del todo el mundo.
The Rock entiende el entretenimiento como nadie y lo explica muy bien en un momento fabuloso de este film.
Dentro del reparto sobresale con un gran papel Vince Vaughn como uno de los entrenadores de la WWE y Nick Frost en el rol del padre de Paige.
Con respecto a la protagonista, Florence Pug le otorga mucha humanidad y corazón a su rol y es imposible no empatizar con ella.
Disfruté muchísimo esta película y recomiendo no dejarla pasar, ya que más allá de la historia interesante que cuenta es muy entretenida.