El rito maléfico
Al igual que en su opus anterior, Resurrección (2015), el realizador argentino Gonzalo Calzada, responsable de films como La Plegaría del Vidente (2012) o Luisa (2009), une la literatura con el cine y planea el lanzamiento de cada una de las películas de la saga de La Trinidad de las Vírgenes conjuntamente con una novela de nombre homónimo, Luciferina, Inmaculada y Gótica. La primera parte de la saga sobre la posesión demoníaca de tres mujeres vírgenes en distintos lugares de Buenos Aires, Luciferina: La Bautizada por el Demonio (2018), es la historia de una chica de diecinueve años, Natalia (Sofía del Tuffo) recluida en un convento cuya madre muere en un confuso enfrentamiento con su padre, quien queda en una especie de coma en el altillo de la casa familiar donde la madre realizaba perturbadoras pinturas sobre un útero demoníaco que cobraba vida. Tras regresar a su casa y ver las secuelas del arrebato de su fallecida madre, su hermana, Ángela (Malena Sánchez) la invita a un ritual espiritual de ayahuasca con un chamán peruano (Tomás Lipán) a realizarse en un convento abandonado en las islas del Tigre con su violento novio Mauro (Francisco Donovan) y tres amigos de la facultad de psicología: Abel (Pedro Merlo), Osvaldo (Gastón Cocchiarale) y Mara (Stefanía Koessl). El ritual que pretendía develar la verdad que subyacía a la historia de ambas jóvenes se convierte de pronto en una pesadilla que será la clave para la salvación de las almas poseídas que el demonio ha venido a reclamar.
Luciferina es un film de terror gótico y religioso alrededor de una de las grandes obsesiones católicas pero también de una de las grandes temáticas del terror contemporáneo, las posesiones. Calzada indaga aquí al igual que en Resurrección en la relación entre cuerpo y alma, otro de los temas filosóficos y teológicos de occidente y de la tradición judeocristiana por antonomasia desde Aristóteles y Platón hasta Santo Tomás. Las visiones, la lucha entre la luz y la oscuridad, el nombramiento y su relación con la posesión y la vida demoníaca, lo paranormal, la relación entre los ojos y el alma son algunas cuestiones de la mirada narrativa y cinematográfica de Calzada que combina a nivel argumental un materialismo agnóstico con una dimensión espiritual que se superpone y subyace a la tosca realidad de los sentidos.
Con excelentes efectos especiales, un gran trabajo de postproducción, muy buenas actuaciones de un elenco heteróclito que incluye la participación especial de la extraordinaria actriz Marta Lubos como la hermana Gregoria, la película desarrolla un relato de terror paranormal de interesantes diálogos que aportan datos relevantes a la historia en una narración ágil que no abusa de los efectos de sonido ni especiales sino que los utiliza para crear climas, develar sueños o predecir situaciones inesperadas y tenebrosas que se avecinan sobre los protagonistas. La fotografía de Claudio Beiza, responsable del film anterior de Calzada, Resurrección (2015), y de Diablo (2011), el opus de Nicanor Loreti, entre otros, es exquisita, con un trabajo artesanal sobre cada imagen, especialmente en las escenas con estatuas rodadas en Tigre y en las escenas paranormales.
El film crea así escenas lóbregas en la isla de Tigre donde los jóvenes realizan el ritual en un convento abandonado que era utilizado en la década del setenta por los ricos y poderosos para realizar sus rituales satánicos, indicando el cambio de época que puede ser analizado como un paralelismo con la realidad de nuestro país. La recuperación del nombre en el imaginario simbólico demoníaco tiene su correlato en el proceso de recuperación de la identidad de los bebés secuestrados y renombrados por sus apropiadores que realizan las organizaciones de derechos humanos, por ejemplo. De esta semana, a través del terror gótico, Gonzalo Calzada habla también de temas políticos desde un lugar fantástico, recuperando la verdadera dimensión de las cuestiones sociales pero de forma solapada, al igual que en La Dimensión Desconocida (The Twilight Zone), la serie de Rod Serling, por ejemplo.
Luciferina es de esta manera una obra con diferentes y atrapantes puntos de análisis que funciona como la primera parte de una trilogía que apuntala al cine de terror gótico nacional que nunca había tenido antes una saga planificada de este calibre. Como señalamos anteriormente, Inmaculada y Gótica serían los nombres designados para continuar con esta historia de gran calidad para un cine de género que crece y ofrece cada vez mejores producciones.