Casi como una carta de despedida o un homenaje en vida, “Lucky” se transformó en la última película del extraordinario actor Harry Dean Stanton, quien falleció a los 91 años (en Septiembre del 2017), poco tiempo después de que la película se estrenara.
Lo curioso de todo esto, es que Stanton se dio el lujo de cumplir en vida uno de sus anhelos: compartir pantalla con su amigo personal, el cineasta David Lynch.
Hubo una apuesta dando vueltas entre ellos durante mucho tiempo. Stanton actuaba en casi todas las películas de Lynch, así que una vez le pidió que fuese actor junto a él en algún filme. Esa oportunidad se pudo dar recién con “Lucky”, donde comparten pantalla en algunas escenas memorables.
En otro curioso juego de inversión de roles, el actor John Carroll Lynch ejerció de director por primera vez, y la historia se repite en el rubro de guionistas, donde están Drago Sumonja y Logan Sparks, dos intérpretes explorando el terreno del guion cinematográfico.
El relato presenta al anciano Lucky, afrontando sus últimos años en soledad, haciendo una vida rutinaria, con ciertos recelos para con el mundo exterior. Pero su modo de ver la vida irá poniéndose en jaque cuando entre en una etapa autorreflexiva y de descubrimiento.
Es arduo filmar una película que permita al espectador reflexionar acerca de la vida, la guerra, la muerte, la vejez y los lazos humanos. Se necesita de una gran sensibilidad a la hora de dirigir y escribir todas esas intenciones y emociones que se quieren obtener. “Lucky” logra alcanzar todo eso sin alardear, sin subrayar y sin ser exageradamente pretenciosa, así, la parte más difícil, está superada. John Carroll Lynch abre su obra con una serie de planos generales imponentes que nos sitúan en un pueblo, en un paisaje desértico como fondo, y un encuadre ancho como el de los western, por donde vemos cruzar con lentitud a una tortuga, la pequeña excusa de la que el film más tarde hablará solo para derivar en otros temas.
“Lucky” es una película noble, íntima y sencilla. El guión de Sumonja y Sparks es sensacional por su simpleza y profundidad. La cinta va narrando la rutina del personaje día a día, y dentro de esos bloques encuentra cosas mínimas en su camino que le permiten plantear potenciales charlas o escenas reflexivas.El drama y el humor se entrelazan también de manera brillante a la hora de construir el personaje de Lucky, un anciano que pese a su testarudez, da ternura en su soledad y tristeza interna.
“Lucky” se siente como lo que terminó siendo: la despedida. Harry Dean Stanton es el alma de una película realizada casi íntegramente en función de él. Se mueve por los espacios con su cuerpo delgado, su sombrero y la vestimenta de un cowboy agotado, viejo, pero lleno de experiencias de vida.
Es extraordinario lo que transmite en pantalla con sus miradas, y los secundarios son solo eso, un grupo de amigos congregados en un bar, charlando de la vida y mirando con admiración a una verdadera leyenda que deja su última gran muestra interpretativa.
El noble y auspicioso debut de John Carroll Lynch es un film bello, emotivo sin ser forzoso, y un regalo para dar conclusión al cierre de una carrera que supo ser magistral.
Escribe Fabio Albornoz para Ociopatas