La Supremacía Scarlett
Y un día finalmente Luc Besson decidió volver a lo que mejor le sienta. Después de deambular a través de la pantalla con pseudo comedias, biografías y films animados un tanto anodinos, el franchute amigo de los tiros y de esas chicas tanto lindas como letales vuelve al género que lo hizo un nombre reconocible dentro de la industria: el género de acción.
Lucy (2014) es lo nuevo del director –en esta caso también escritor- que vuelve un poco a sus raíces con esta apuesta en clave reminiscente de Nikita, la cara del peligro (La Femme Nikita, 1988), El perfecto asesino (León, 1995) y El quinto elemento (The Fifth Element, 1997).
La historia arranca de sopetón y sin mucho preámbulo cuando Lucy (Scarlett Johansson) -una norteamericana que por algún motivo se encuentra viviendo y trabajando en Taiwán- se transforma en víctima de una red de traficantes que la utilizan para transportar ilegalmente una sustancia en su cuerpo. La cuestión se pone interesante cuando Lucy descubre que dicha sustancia comienza a expandir sus capacidades mentales. En teoría el cerebro humano sólo utiliza un 10% de su capacidad y cuando la sesera de nuestra protagonista comienza a crecer a un ritmo exponencial, busca la ayuda del Profesor Norman (Morgan Freeman) para tratar de comprender que sucederá si alcanza su máximo potencial.
No es necesario hacer hincapié a propósito de la presencia magnética de Johansson en pantalla, quien tiene la responsabilidad de llevar adelante el film a pura sensualidad, disparos y algún que otro truco telequinético cuando la situación así lo amerita. Una suerte de Jason Bourne en versión femenina y sin control anti doping. Pero esperen…hay más –como dicen en los infomerciales-, cuando inicialmente parecería que la blonda nos lleva de paseo por una montaña rusa de acción de la A a la Z, Besson se encarga de sazonar la cuestión con una pizca de inquietudes de orden moral y biológico respecto del origen del ser humano, la propia condición humana, el poder que encierra el verdadero conocimiento y su función a través del tiempo y los tiempos.
Tal vez el costado “intelectual” de la película llegue algo tarde después de tanta acción y no resista un análisis pormenorizado, pero alcanza para elevar por sobre el resto de las obras del género un film cuya historia –a no olvidarse- nace de un enorme What If, dicho en castellano una suerte de “¿qué pasaría si…?”. Y se nos invita a jugar con esta idea, ¿qué pasaría si las Scarletts del mundo tuviesen un intelecto supremo y estuviesen un escalón por encima del resto? Probablemente pocas cosas nos excitarían y espantarían tanto al mismo tiempo, pero no deja de ser divertido regodearse y jugar con la idea.