Mamá, siento todo
Hay muy pocas escenas memorables en Lucy y entre esas pocas se destaca un parlamento de la protagonista (Scarlett Johansson) quien llama a su madre por teléfono móvil y le dice: "Mamá, siento todo". Todo es todo: desde el sabor de la leche materna hasta los besos que sus padres le dieron en las mejillas.
Ese momento, obviamente, no puede ser otra cosa que una distracción poética en un producto de acción y ciencia ficción diseñado por Luc Besson. Sin embargo, el prolífico director y productor francés parece pecar de solemne de forma voluntaria, como si hubiera querido combinar el guion de Nikita con el espíritu de Azul profundo, lo cual hace que sea bastante difícil definir el resultado.
Desde el principio, está claro que intenta hacer algo distinto, pero también enseguida salta a los ojos que los procedimientos para realizarlo son estéticamente dudosos. En la primera escena, por ejemplo, las imágenes del momento en que un novio trata de convencer a Lucy de que entregue un maletín cerrado se yuxtaponen con fragmentos documentales del ataque de un leopardo a un venado.
Ese tipo de comentarios visuales o verbales a situaciones que se entienden por sí mismas abundan en Lucy y terminan pesando como un lastre, más allá del interés de la ciencia o de la filosofía que trata de divulgar. El propio Besson ha demostrado que cuanto menos distancia hay entre la acción y la reflexión más adecuada es la fórmula narrativa(véase, si no, El perfecto asesino).
Por la vía del exceso constante, se viola varias veces la frontera del ridículo y de la coherencia interna. Una vez asumido en la ficción que una personaje tiene la capacidad mental de imponerse a las leyes de la física, como es el caso de Lucy, ya no es posible volver atrás en la imaginación y considerarla vulnerable.
Hay que saltar de nivel y ahí es donde se evidencian las fallas argumentales. La trama tropieza una y otra vez y cae en sus propias trampas, si bien cada tanto se despabila con alguna escena energizante (una persecución o un tiroteo impecables) y con uno o dos villanos memorables (que lamentablemente se diluyen en la historia).
Salvando algunas distancia, Lucy se ubica en la categoría de película futuristas y espirituales, como Trascendence, identidad virtual o La fuente de la vida, que le deben demasiado a esa nueva religión norteamericana llamada "new age", la cual tiende a manifestarse como una reconciliación alucinada entre la naturaleza y la tecnología (electrónica y química).
Los ojos de enajenada con los que mira el mundo Scarlett Johansson durante casi toda la película son el mejor comentario posible a esa clase de ideas.