Scarlett encendida
Lucy es una película con un argumento muy rebuscado pero que funciona gracias a la mano de Luc Besson y al protagónico de Scarlett Johansson.
Absurdamente entretenida. Esa podría ser una buena síntesis de Lucy, cinta dirigida por un tipo que ya de por sí es bastante extraño en lo que a su producción se refiere, tanto en su rol de guionista como de realizador. Y este último trabajo refuerza esa idea, porque redondeó una película que de haber tenido otro director y otra protagonista, seguramente habría sido lapidada por la crítica.
Incluso en tiempos donde los filmes pochocleros de puro entretenimiento tienden a estirarse en el metraje para durar unas dos horas o más, Besson regresa al estándar de 90 minutos para resolver todo el argumento.
Y para ser sinceros, el argumento es rebuscado a más no poder: una bella joven es obligada a hacer de “mulita” para transportar una poderosa droga sintética. Pero todo sale mal, y luego de una golpiza la droga se le desparrama por su cuerpo provocándole una inesperada transformación.
El efecto que le provoca es el de expandir las capacidades del cerebro al 100 por ciento, y no solo le trae aparejada una feroz inteligencia, sino también la posibilidad de mover objetos con la mente y la de influir en los comportamientos.
Toda ella. Lucy es Scarlett, y Scarlett es el principal y casi único motor de esta película bizarra en su trama, tirada de los pelos, pero que tiene una dosis de desfachatez tan grande y osada, que lo que en otras condiciones hubiera dado vergüenza ajena, aquí tiene un aire de frescura, ingenuidad y rebeldía (en el sentido de “hago lo que se me canta y al que no le guste me importa un comino”) que la hacen llevadera.
Lucy tiene condimentos que se han visto en anteriores realizaciones de Luc Besson. Hay algunas escenas de acción que están bien resueltas y serán del agrado de los fanáticos de las balaceras y las persecuciones. Llama la atención, quizá por descolocada o fuera de contexto, la participación del veterano Morgan Freeman en el rol de un científico especialista en las capacidades del cerebro, aunque no desentona.
En determinados segmentos se nota la decisión de querer terminar todo en 90 minutos, y puede parecer que la narración se atraganta, pero no deja de ser una queja de aquellos que prefieren estirar un poco más para clarificar las resoluciones. Lucy es la excusa perfecta para los espectadores que gustan de la acción y sobre todo para los que gustan del rostro y del físico de la sensual rubia.