Una de las películas más sabrosas del año. Si lo que busca es un gran entretenimiento lleno de acción, de aventura, de humor y de fantasía, aquí está. Pero si busca otra cosa, una meditación sobre la vida, sobre la trascendencia o sobre el mismo cine, también: aquí está. Lograr ambas cosas al mismo tiempo no es sencillo y requiere de un realizador totalmente libre y alocado, irresponsable en el mejor sentido del término para lograrlo, es decir un Luc Besson, que cuando imagina sin límites logra rarezas como esta. Lucy es una joven –extraordinaria Scarlett Johansson– a quien un muchacho engaña y mete, inadvertidamente, en una mafia de drogas sintéticas. Termina con un kilo de una extraña sustancia en el cuerpo, la sustancia se libera y ella se transforma primero en una superheroína y luego en algo más. O, más bien, en mucho más. Besson mete en la licuadora de los géneros desde el 2001 hasta “El árbol de la vida”, pasando por todo el cine de superhéroes, las grandes películas de acción orientales –hay tiroteos que recuerdan a John Woo o Johnny To–, y hasta la comedia romántica. Pero se justifica: el film se pregunta por qué somos como somos y hacia dónde vamos, si existe realmente la muerte y qué significa la vida. Besson tiene sus respuestas y, sin darse cuenta, nos cuenta por qué nos gusta tanto el gran espectáculo cinematográfico. Puede pensarse que se trata de una gran ensalada, pero le aseguramos que cada ingrediente tiene su razón.