Habrá que preguntarle a Luc Besson que le disparo la idea de Lucy (Francia, 2014) una película que revisita sus anteriores filmes, con una inevitable referencia a "Nikita", y una potencia y desparpajo inicial que se va diluyendo conforme avanza la acción. La oportunidad de reflexionar sobre la capacidad cerebral y la pequeña porción del mismo que a diario utilizamos y que solo nos ubica por encima de algunos animales y por debajo del delfín, esto en manos de un científico interpretado por Morgan Freeman, y hace que la acción del filme se enmarque de una manera diferente.
Hay una joven, rubia, bella, muy ingenua, que es capaz de enamorarse de la persona equivocada tantas veces sea necesario llamada Lucy (Scarlet Johansson), y que para nada suscribe a eso de no tropezarse dos veces con la misma piedra, eso no cuenta, más bien al contrario. Y en uno de esos romances se topa con Richard (Pilou Asbaek), lo peor de lo peor, y termina envuelta en una red de narcotráfico que la utilizará como mula para distribuir una nueva droga sintética que altera todos los sentidos.
Pero lo que no tendrán en cuenta los traficantes es que la droga que Lucy posee en su interior accidentalmente se fusionara con su organismo aumentando sus niveles de actividad cerebral y sensorial a un punto insospechado. La absorción de la droga funciona como bisagra en el filme, y lo dota de características sobrenaturales, haciendo que Lucy pueda, por citar solo un ejemplo, comunicarse con otros seres telepáticamente y obtener beneficio de ellos.
La acción arrasa, y transforma a la protagonista de un cuerpo dócil, sumiso, a una vorágine de acción y aventura capaz de liquidar a quien se ponga en su camino, pero esa transformación no se refleja más que como una nueva conciencia incapaz de sobreponerse a su nueva realidad. Lucy sabe que no es la única "mula" que transportaba la CPH4 (nueva droga), por lo que decide, con la ayuda de un policía (Amr Waked) encontrar al resto, contactar al doctor Norman (Freeman) y además liquidar a Mr. Jang (Choi Min-sik) la cabeza de todo este negocio.
“Lucy” es una película ambigua y ambiciosa, que arranca con una buena idea pero que lamentablemente no encuentra un sostén, más allá de la interpretación de Johansson, y que intenta darle un marco existencial a unos personajes simples, escritos con trazos gruesos, y que solo en la exageración de algunas situaciones no encuentra un rumbo marcado. Lucy podría haber sido otra cosa, un entretenimiento valido que además denuncie una práctica que día a día atenta la vida de miles de personas, pero ese punto lo ridiculiza y no llega a generar nada nuevo sobre la temática.
Besson envuelve muy bien su producto, elige correctamente a los actores y coreografía escenas de acción y persecución impactantes, pero le falta cohesión y continuidad, como así también ritmo, algo que desde "El quinto Elemento" los seguidores y cinéfilos le pedimos.