Una mujer, de niña, ha sido testigo del asesinato de su familia por parte de su hermano. En realidad, la cosa es un poco más complicada. Decisiones equivocadas en su vida hacen que, de adulta y asociada con una especie de club de expertos que resuelven crímenes pasados revisite el asunto, obviamente hay sorpresas y misterios. La mujer es Charlize Theron, que cumple con lo que el rol le exige y tiene un talento especial para el drama. El film va poco a poco revelando las claves del misterio e intenta -no siempre lo logra- crear un estado de zozobra en el espectador. Lo que falla aquí no es la narración sino la posibilidad de empatía y de auténtico miedo: el film es tan prolijo (aunque a veces abusa de ciertos efectos de cámara en mano, por ejemplo), que nos cuesta sentir en propia carne lo que sucede con el universo atormentado de la protagonista. Así, el suspenso se reduce solo a la pregunta respecto del crimen, como si estuviéramos resolviendo un problema de ingenio, y no al retrato ominoso de un mundo puntualmente nocturno. Lo que resulta especialmente extraño: deberíamos sorprendernos o angustiarnos por lo que los personajes sienten ante cada revelación en lugar de esperar la solución de un problema puramente intelectual. Probablemente el texto -el film adapta la novela de Gillian Flynn, autora de Perdida- se impuso a las emociones. Aún así, la pausada revelación mantiene entretenido (y poco más) al espectador.