Concebida como un inusual homenaje a un presidente en ejercicio, Lula, El hijo de Brasil es una película asimismo inusual en su presupuesto, si de una cinematografía latinoamericana estamos hablando; más de diez millones de dólares que la han convertido en la más cara de la historia de ese país. Un costo alto pero bien amortizado, porque, estrenada a comienzos de este año en Brasil, ha convocado a más de un millón de espectadores. Una obra de un claro y simple carácter biográfico, que no pretende hacer historia en el género, pero que para los que desconocen la trayectoria de Luiz Inácio Lula da Silva –y para los que sí la conocen-, ofrece un sólido muestreo de una vida fascinante, salpicada de luchas, duros sinsabores y fenomenales logros.
Entre las desdichas habrá que incluir la padecida por el propio realizador del film, Fábio Barreto, quien unos días antes del estreno sufrió un gravísimo accidente automovilístico del cual aún no se ha recuperado y que probablemente le impida volver a filmar. Barreto, hermano de Bruno, director de la memorable Doña Flor y sus dos maridos, ya había alcanzado una candidatura al Oscar a la Mejor Película Extranjera por O quatrilho, y aquí puso de manifiesto su oficio para narrar con estilo clásico una historia de vida que, más allá de algún idealismo e inevitables simplificaciones, resulta ejemplar. Desde su humilde nacimiento en el estado de Pernambuco hasta el entierro de su madre al que pudo concurrir aún estando en prisión, gran parte del recorrido de Lula está presente a lo largo de un metraje que aporta un par de momentos fuertemente emotivos, como el señalado del final. Un elenco eficiente con un intenso Rui Ricardo Diaz a la cabeza, conforman un adecuado marco para recrear la epopeya de un líder tan carismático como genuino.