Errores del amor ciego
Es antes propaganda política que una buena película.
A veces, cuando se pretende homenajear a una figura, el resultado, en lugar de vanagloriarla, la destiñe. Es lo que sucede en Lula, el hijo del Brasil , rodada y estrenada en pleno auge de popularidad del líder brasileño, y cuyos déficits son superiores a algunas cuestiones propias de una megaproducción como ésta.
La película es un panegírico sobre Luis Inacio Lula da Silva, desde su nacimiento hasta que alcanza la primera magistratura del país vecino. Son cinco décadas también de historia brasileña, contada a grandes pinceladas con todos los clisés, y tratando de pivotear en distintos aspectos de la vida y trayectoria del líder metalúrgico. Se pasa por el abandono y el posterior maltrato del padre de Lula hacia él, su madre y sus numerosos hermanos (el propio Lula dijo, ante el estreno en Brasil, no recordar que su progenitor fuera tan violento), el viaje a San Pablo, su primer amor, las penurias económicas, inundaciones, el nacimiento de su hijo muerto y el deceso de su primera esposa, su casamiento, la relación con su madre, los compañeros del sindicato y el rápido ascenso político.
Es claro el deseo de Fábio Barreto, el director, por ensalzar a su protagonista, desde lo enérgico que lo pinta para comandar las masas hasta lo “canchero” que resulta al seducir a la que será su segunda esposa. La escena en la que Lula se saca de encima a un pretendiente de ella, es elocuente. Lo que no se ve es su ambición por presidir Brasil: sólo al final, con sobreimpresos, se cuenta que falló en tres intentos por ser electo. “Necesito tener ocupada mi cabeza” es todo lo que se le escucha decir, antes de postularse como primer secretario de su sindicato, luego de las muertes de su esposa e hijo. Están las huelgas, el golpe de Estado, la fuerte presencia de su madre, su devoción por el Corinthians, la cárcel y el acceso a la presidencia, todo enmarcado en una biopic partidista. Rui Ricardo Diaz no está mal interpretando a Lula, pero no logra levantar el entusiasmo en los 127 minutos que dura esta coproducción argentina brasileña (Costa Films, por nuestro país). Cuestión al margen, el filme se estrenó en Brasil este año, en el que se está a punto de elegir nuevo presidente tras dos mandatos de Lula. Vista como propaganda política, se entiende. Pero si no...