Es posible que todos los estereotipos rancios y la estupidez general de los chascarrillos de Luna de Miel en Familia no sean lo más importante de la película. Pero ahí están. Densos, de principio a fin. Los negros más siervos de la historia y la chica que es fea porque es masculina son los ejemplos más representativos de la idiotez reinante que atrasa un siglo. Y digo que posiblemente no sean lo más importante porque la película se va superando a medida que avanza. En el primer acto, donde conocemos a los personajes, no hay un solo chiste gracioso; las penosas escenas cómicas anuncian lo peor. Sin embargo, el tedio inicial va desapareciendo gradualmente con el avance de un ritmo en el que los chistes disfuncionales importan menos.
Adam Sandler interpreta en piloto automático a un empleado de clase media americana. Richard Brody, en su crítica de Luna de Miel en Familia en The New Yorker, dice que la burbuja en la que viven las estrellas de Hollywood no les permite entender e interpretar vidas ordinarias. Y esto puede llegar a ser cierto en algunos casos y podría serlo todavía más en un contexto naturalista. Pero no lo es en el caso de las películas de Happy Madison, donde la realidad suele estar más cerca del cuento de hadas. En esta oportunidad, Sandler es un viudo padre de tres hijas que sale en una cita a ciegas con una divorciada (Drew Barrymore) madre de dos varones. En la cita se odian pero por esas cuestiones de los guiones perezosos, se vuelven a encontrar en un hotel de Sudáfrica donde pasarán juntos las vacaciones.
Y a medida que pasan los minutos, Luna de Miel en Familia no sólo se va superando en el dinamismo con el que nos cuenta la historia, se supera también en el foco; porque a medida que avanza, los chistes pedorros dejan de ser centrales para darle protagonismo a la historia de amor, donde la simetría de las vidas y los lugares comunes no restan. En esa historia, la importante, que trasciende toda la pelotudez del hotel de Sudáfrica, está el núcleo duro; y es ahí donde se evaporan los delirios reaccionarios involuntarios del discurso, involuntarios porque se percibe que Sandler o Coraci o los escritores pecan más de imbéciles que de racistas o de conservadores. De hecho, esta “luna de miel” propone un aggiornamiento de las películas familiares, es consciente de las nuevas familias (de dos padres, de dos madres, de millones de separados) y propone una historia de romanticismo familiar donde los lazos de sangre y la estructura de otros tiempos importan un bledo.