Ya pasaron diez años desde Como si fuera la primera vez (50 First Dates) y dieciséis desde La mejor de mis bodas (The Wedding Singer), dos comedias románticas notables, dos películas bien Sandler y dos pruebas contundentes de que el actor y Drew Barrymore poseen una química poco común.
Ahora ambos vuelven a otra película protagonizada y producida por el cómico neoyorquino. Sandler no dirige, pero su filmografía -salvo en excepciones como Punch-Drunk Love, de Paul Thomas Anderson, y Funny People, de Judd Apatow- suele pertenecerle y se reconoce entre otras cosas por un humor furioso, desatado, veloz y con altibajos aun cuando trabaje con diferentes directores. En sus films suele haber profusión de chistes casi sin filtro, sin pausa, como si se tratara de probar un muestrario a veces abrumador. Por un lado, uno no puede creer que algunas situaciones hayan pasado los filtros del cine industrial y por otro, los aciertos son un prodigio de velocidad, originalidad, timing e inventiva.
Luna de miel en familia no sorprende: Sandler y Barrymore parecen haber nacido para actuar juntos (aquí con el agregado de la variante odio-amor que funcionaba también y tan bien en Una esposa de mentira, la de Sandler con Aniston). Y realmente saben pelotearse, pegarse verbalmente, picarse. Esta película tampoco sorprende por la cantidad de chistes y gags: los hay casi sin pausa y con muy diversa suerte, aunque los aciertos son fulgurantes, explosivos. Hay muchos ejemplos, pero mencionarlos arruinaría el crucial factor sorpresa. Sí se puede mencionar el delirio del comentario musical del "grupo Thathoo", un coro africano comandado por Nickens (es decir, Terry Crews, ese actor enorme que hizo de presidente Camacho en la imprescindible La idiocracia). La mayor parte de esta película transcurre en África, en un resort para familias "ensambladas", lugar al que llegan, por un parche bestial del guion, Sandler y Barrymore (padre de tres hijas y madre de dos hijos, respectivamente).
La película es sensiblera a veces, chapucera un poco, tosca en ocasiones y se estira al volver de África. También está llena de ideas cómicas en situaciones de conflicto, en canciones, en diálogos veloces, en respuestas-latigazos, en humor físico preciso y eficaz (el chico dormido, el "masaje" de dedo). Como en casi todo el cine de Sandler, hay publicidades descaradas de comida, de lugares, de ropa: el consumo estadounidense poco sofisticado es su fondo de cocción. Y también, como en casi todo el cine de Sandler, hay un corazón enorme puesto en crear los personajes principales y los secundarios -aquí hay no menos de diez para destacar- y mucha generosidad a la hora de que todos en el elenco tengan chistes para lucirse.
Y, por sobre todas las cosas, hay una enorme convicción en su amor por la comedia, un camino bastante eficaz a la hora de disimular o atenuar defectos y descuidos.