Unidos y revueltos
Con este nuevo opus dirigido a toda la familia, el comediante Adam Sandler confirma un alejamiento total de lo que otrora se podía considerar la nueva comedia norteamericana para caer en las redes del conservadurismo menos interesante de la comedia hollywoodense de los últimos tiempos.
La química entre Sandler y Drew Barrymore en esta tercera película juntos permanece intacta pero eso ya no alcanza tratándose de una comedia ATP, que tiene muchas aristas cuestionables incluso desde el punto de vista de la comedia romántica en sí misma o esta especie de puesta a punto de las historias de segundas oportunidades que apuestan a la recomposición de los vínculos afectivos a partir de una gran pérdida. Quizá el único elemento a destacar en cuanto a la presentación no tan convencional del núcleo familiar es que el cruce de los dos grupos compensa la ausencia paterna y materna simultáneamente, dado que para Sandler y sus tres hijas la presencia de Barrymore necesariamente representa la figura maternal ausente y lo mismo ocurre en relación al lugar desplazado de un padre divorciado y poco atento a su hijo preadolescente que ocupa espontáneamente Sandler y su deseo frustrado de contar con un hijo varón.
Planteado el cuadro de situaciones, ambos personajes se encuentran en momentos de recomposición tanto afectiva como familiar para lo cual es necesario un viaje lo suficientemente atractivo para que la misión tenga éxito: Jim (Adam Sandler) se hizo cargo de sus tres hijas tras la muerte repentina de su esposa, herida que aún no cicatriza en el seno familiar y que arroja como resultado diferentes conflictos con cada una de ellas como por ejemplo la del medio que dialoga con su madre muerta y la hace participar de todas sus actividades o la mayor con fuertes rasgos varoniles que le juegan en contra a la hora de querer resaltar su femineidad ante el sexo opuesto.
Por su parte, Lauren (Drew Barrymore) ha llegado al divorcio tras las infidelidades de su esposo y trata de criar a sus dos hijos como puede mientras se apaña con un trabajo que consiste en ordenar placares de gente con dinero junto a una amiga (Wendi McLendon-Covey), quien intenta convencerla por todos los medios para que encuentre un nuevo hombre en su vida. Luego de una primera cita a ciegas desastrosa con Jim donde queda clara la incompatibilidad de caracteres, el destino y los caprichos de los guionistas los vuelve a unir y por accidente ambos deciden aprovechar unos pasajes y estadía en el continente africano para concretar esas vacaciones tan ansiadas y si es en un continente exótico mucho mejor aún.
África y sus exotismos for export son el centro de la acción para que se cimente la relación entre Jim y Lauren, acompañados de sus hijos, para conformar una familia completa en donde cada miembro experimente la cuota de aprendizaje adecuada para la transformación y todo marche sobre ruedas mientras el romance de uno con el otro inicie un lento recorrido. Pero es mayor el énfasis en la construcción de esta nueva familia numerosa que de la pareja en sí misma lo que hace en definitiva que esta comedia transite hacia los lugares comunes de los productos ATP, lejos de las irreverencias de aquel muchacho transgresor criado en la factoría Saturday night live hoy devenido holgazán conservador. Por eso en Luna de miel en familia no hay exabruptos y los pequeños deslices políticamente incorrectos son más que inofensivos en base a la fuerte carga emocional que atraviesa el relato.
El Sandler familiero aquí está en su salsa con un papel hecho a su medida pero ha quedado estancado en esa mirada complaciente y hasta ingenua del humor que para aquellos que busquen sus orígenes de originalidad o riesgo, ese aspecto ya forma parte de una leyenda más que de una posibilidad a futuro. Más allá de estos apuntes, la película como comedia familiar funciona solamente por la sinergia de la pareja protagónica y algunas chispas de humor a cargo de Sandler cuando se olvida de su rol de padre viudo y deja que el chico maldito que vive aún en lo más profundo de su ser aflore.