Una adolescente cuyo novio es un vampiro y su mejor amigo un lobo no puede pasarla bien en este mundo. Sufre Bella. Ama y sufre. Y su amor y su sufrimiento son la materia casi exclusiva de Luna nueva, una película a la que le caben adjetivos tan contradictorios como sublime, fantasiosa, poética, ridícula y tediosa.
La saga Crepúsculo es un fenómeno cultural de la época y como tal no se reduce a una serie de libros, largometrajes o productos diseñados por un departamento de merchandising. Como Harry Potter, ha creado un mundo paralelo poblado por millones de personas. No importa si es una moda. No importa si es fugaz. Mientras dura tiene sentido.
Y la verdad es que Luna nueva se beneficia de ese sentido que viene más desde afuera que desde adentro de su propia historia. Si careciera de esa energía adicional sería una película medio lograda, medio fallida, sobre los dilemas del amor adolescente. Sus vampiros y sus lobos podrían definirse como seres fantásticos convencionales o como metáforas de dos tipos opuestos de virilidad masculina. Pero el poder de sugestión de la saga Crepúsculo consiste en mantener viva esas dos posibilidades y encarnarlas en personajes lo suficientemente complejos como para suponer que son personas.
Personas, sí, Bella, la humana; Edward, el vampiro, y Jacob, el lobo, los tres vértices de este triángulo de amor sobrenatural, son personas. Eso significa que tienen la libertad de aceptar o rechazar las fuerzas que determinan sus conductas, por más que estas fuerzas sean oscuras, negativas y milenarias. No es causal que Edward envidie lo fácil que es suicidarse para los humanos. Su razonamiento evidencia la lógica de la pasión: si no puede amar a una joven mortal prefiere renunciar a la inmortalidad.
Luna nueva hace equilibrio sobre esa pulsión de muerte. Plantea qué difícil es vivir para aquellos a los que la vida no les alcanza. Pero incluso la angustia tiene una cara luminosa. Cuando Edward abandona a Bella, no la deja sola en el mundo, la acompaña a la distancia como un fantasma protector, y permite que ella descubra que Jacob es mucho más que un amigo, con todo lo bueno y lo malo que eso pueda significar.
Un punto a favor de la película es que en la comparación física entre Edward y Jacob, este último sale favorecido. El vampiro es pálido, adusto, frío y repulsivo, con sus labios sanguinolentos y sus ojos irritados. En cambio, el lobo es musculoso, cálido y hermoso. Ese contraste vuelve más valiosa y más difícil la elección de Bella.
¿El mensaje de Luna Nueva se reduce a que para una chica cualquier chico es un vampiro o un lobo en potencia? Tal vez. Pero los componentes morales de la película no impiden que se desarrollen los elementos más significativos de la historia: sus personajes y sus conflictos existenciales. Pese a la fauna sobrenatural que la rodea, Bella siempre es el foco de la narración, y en ese sentido, la actuación de Kristen Stewart resulta decisiva para que este melodrama fantástico se cargue de emociones reales.
Para no quedar afuera de un fenómeno de la cultura popular.
Una virtud: la actuación de Kristen Stewart.
Un pecado: se hace demasiado larga.