Lamentablemente, igual que mucha producción europea, el cine italiano no tiene frecuente estreno en Argentina. Desde las buenas películas de Paolo Sorrentino (La grande Belleza o Juventud), las de Enrico Oliveri (Viva la liberta), o de Giusepe Tornatore (La mejor oferta), este año la sorpresa fue la buena Dulces sueños, de Marco Bellochio los seguidores de este cine que son muchos deben conformarse con la cada vez más instalada Semana del Cine italiano. Todo sabor a poco.
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En este fin de año, Luna, una fábula siciliana estrenada el jueves pasado, viene con un trayecto interesante dado su paso por Cannes. Se trata de la segunda obra del dúo Fabio Grassadonia y Antonio Piazza (Salvo), extrañamente nombrada fábula en su título de estreno, cuando el titulo original habla de fantasmas (Sicilian Ghost Story).
Raro el titulo de estreno y raro el del original porque ni es fábula ni hay fantasmas. Tal vez sea que se trata de una ficción para adolescentes, construida desde el punto de vista de la joven Luna o de la del joven Giuseppe, de modo anárquico ciertamente, y cuya historia remite a un caso real del que nos enteramos casi hacia el final.
En los breves minutos iniciales se presenta una historia de amor que se desarrolla en un bosque y se ve rápidamente amenazada por un perro feroz. Sigue en una pista de equitación en la que Giuseppe aparece como un príncipe de cuento de hadas. El primer beso. Un momento de entrada a un prado de flores en la que Luna parece perderse. Y la desaparición de Giuseppe. Todo estirado durante largos minutos en los que no se sabe qué pasó con el chico. Un cambio abrupto de enunciación nos coloca en un auto, un secuestro y la referencia a un padre que debe sacrificarse por la vida de su hijo. Salto que a la película le va a costar algún cambio de rumbo.
No tarda en aparecer una lechuza, que conectará con algo extraordinario, una visión alucinada en la que todo se transforma en un laberinto deformado: por su uso excesivo de lentes angulares, o encuadres expresivos o visiones de bosques y fondos de agua. Con normativa de cuento de hadas pero con poco de conciencia crítica hacia un secuestro real que duró más de dos años y que terminó muy mal, tal como informa el crédito final.
Luna, una fábula siciliana resulta excesivamente larga, y cargada de ambiciones formales, ampulosa y distanciada de un espectador al que deja en un lugar peligrosamente cómodo y poco estimulante.