Un cuento de hadas mafioso
El secuestro de un adolescente por la Cosa Nostra en los años '90 es el punto de partida de esta historia fantástica.
El punto de partida es un hecho real ocurrido en los años ‘90: el secuestro de un adolescente a manos de la Cosa Nostra siciliana. Pero la segunda película de Fabio Grassadonia y Antonio Piazza (directores de Salvo, 2013) no intenta ser una reconstrucción histórica fidedigna de ese caso. En cambio, combinan el horror de la mafia con elementos fantásticos y la magia del primer amor para dar como resultado un cuento de hadas tan poético como escalofriante.
Luna está dejando de ser una nena y convirtiéndose en una adolescente típica: rebelde y enamorada. Está a punto de vivir un romance de esos que nunca se olvidan, por ser el primero y contar con la desaprobación de su madre. Y sí, esa relación la marcará a fuego, pero por su imposibilidad: Giuseppe, su principito azul, desaparecerá sin dejar rastros.
Esta fábula -o historia de fantasmas, de acuerdo al título original: Sicilian Ghost Story- transcurre en un clima enrarecido, ominoso, desde el principio hasta el final. Los animales y la naturaleza (los directores citan a Hayao Miyazaki y La noche del cazador, de Charles Laughton, como referencias) juegan un papel fundamental para alejar la narración de la crónica policial y acercarla a los cuentos infantiles, al estilo de El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro, aunque aquí todo está más sugerido.
Una lechuza, un perro feroz, un bosque, una gruta, un lago, una madre parecida a una madrastra, van tejiendo una red de fantasía que sostiene un fino equilibrio con los hechos más prosaicos de la vida pueblerina. Después de todo, la omnipresencia -invisible pero tangible- de la mafia es casi de orden sobrenatural. Y tiene efectos espeluznantes sobre una sociedad que, ante la desaparición de un chico, sigue su rutina como si nada. Por eso Luna se refugia en su ensueño de Caperucita Roja: la única forma de lidiar con una historia que de otro modo sería intolerable.