Doble perimetral en verso
Lunas cautivas. Historias de poetas presas (2011) es el documental de Marcia Paradiso sobre cómo un taller de poesía transformó la lógica del encierro en potencia creativa y convirtió el escenario carcelario en espacio pujante para proyectos artísticos. El film aleja al espectador del típico relato presidiario focalizado en el delito y su castigo, para incursionarlo poéticamente sin olvidar el profundo desasosiego de su entorno: aislamiento, soledad y locura.
La luna somete con implacable destello la inmensidad del descampado bonaerense, parece una nave de expedición atravesando la oscuridad. Noche tras noche, es vista fragmentada y aprisionada sobre el recuadro de la ventana, así es la luna para quienes miran desde la Unidad 31 de la cárcel de mujeres de Ezeiza. Tres capítulos totalizan la narración del film. Tres presas escriben poesía: Lidia, Majo y Lili. Tres fotos escanopeicas servirán de solapa divisoria entre ellas. Lunas cautivas. Historias de poetas presas es el registro audiovisual de los ejercicios que las presas realizaban en el taller de poesía coordinado por María Medrano y Claudia Prado de la Asociación Civil, Social y Cultural “Yo no fui”. Ubicada hacia el final del extenso pasillo, una habitación recortada por cuatro paredes de tres por cuatro hace las veces de biblioteca, aula y taller. Aquí la poesía es postura política; es, inevitablemente, autorreferencial; es oxígeno vital; es un rapto de libertad que trastabilla, aunque sea para no hundirse, con la soledad y la locura del encierro.
Las imágenes se multiplican en primeros planos de los rostros, en coloridos paisajes perimetrados, en rústicas fotografías escanopeicas. Y se suceden una tras otra. El hierro pesado de una puerta de mediana seguridad se cierra. El eco estruendoso atraviesa el extenso recorrido de los pasillos, propagándose por las habitaciones, los cuartos de vigilancia, los baños, hasta llegar a la biblioteca ubicada en el rincón extremo del edificio. Allí, algo más de seis mujeres reclinadas sobre cuadernos rayados, siguen atentas al movimiento hipnótico del trazo azul de la birome apretada entre los dedos. También ríen, toman mate, fuman y leen en voz alta lo que acaban de escribir. En términos formales, Lunas cautivas. Historias de poetas presas desestima las estructuras del engaño, ya que no sugiere lecturas ni cuenta más de lo que sucede en pantalla. Elige un registro directo guiado por la primera persona y un uso de la lente en la cual se muestre la huella de la observación. También, la voz narradora se multiplica por cada una de las protagonistas. Una presa del interior del país, otra del extranjero. Una a punto de recuperar su libertad, otra que espera que el tiempo pase. Una comparte la celda con su bebé, otra añora el reencuentro con sus hijos. Cada historia traza los diversos modos del decir y, también, de hacer poesía. En este sentido, Liliana Cabrera es una de las más proliferas, ya que aun en prisión está por publicar su tercer libro de poemas.
Lo interesante del documental Lunas cautivas. Historias de poetas presas es todo lo que deja para pensar, sobre todo la importancia del proceso creativo en períodos de encierro, donde la espacialidad concreta de la cárcel tiene un rebote psíquico, el encierro se convierte en una experiencia totalizadora y la palabra liberadora emerge potente ante el bullicio agobiante del mundo interno. Desde una mirada sensible, la directora, guionista y productora Marcia Paradiso, documenta la historia de estas tres presidiarias, a la vez que logra un ejercicio poético conmovedor sea quien sea su espectador.