Poesía en la prisión
Siempre se afirma que un buen texto tiene la capacidad de transportar al lector a otras realidades, a otros mundos.
La fuerza de la palabra escrita entonces como el pasaje a otras vidas posibles, adquiere una singular perspectiva desde el encierro de una cárcel y esa es la base sobre la que se asienta Lunas cautivas, una película de la documentalista Marcia Paradiso que explora las propiedades liberadoras del arte a partir del relato de un taller de poesía al que concurren algunas de las internas del penal de Ezeiza.
Sin testimonios a cámara, sin historias de vida, la lente de Paradiso se incorpora a los talleres como una asistente más, va dando cuenta de los avances, la colaboración, las charlas de esas mujeres a las que se le adivinan vidas difíciles, registra el talento que surge de un verso, en una estrofa dolorosamente autorreferencial.
Centrada en tres mujeres –Liliana que llega a publicar un libro, la española Majo que sólo quiere ver a sus hijos y Lidia, que tuvo a Abril en prisión–, la película es un inteligente y sensible fresco de esas protagonistas que están a punto de ser libres y a las que el afuera (como a muchas que todavía tienen que cumplir largas condenas) las llena de zozobra.
El documental sugiere o al menos invita a pensar el destino de esos personajes, personas que se encontraron con un talento para escribir (que seguramente no sabían que tenían) y que en libertad será difícil de mantener. Todo eso está en Lunas cautivas, sin estridencias, sin acentuaciones innecesarias, para dar cuenta de que además de promesa, la libertad puede ser agobiante.