Lunáticos

Crítica de Javier Franco - Cinéfilo Serial

Luego de diez años sin ocupar la silla de director, el aclamado guionista Martín Salinas vuelve al ruedo con una comedia negra titulada «Lunáticos». La cinta, desarrollada en clave de historias cruzadas, es protagonizada por un reparto coral entre los que destacan Daniel Hendler, Verónica Llinás y Luis Ziembrowski. El punto de partida son una serie de tweets que el presidente norteamericano, satirizando a Donald Trump, libera en redes y provoca un cimbrón económico global. Salinas, quien también se encargó de la escritura del guion, coquetea con posibles historias que podrían darse en ese contexto, en distintos puntos de América Latina.

La película es una coproducción entre Argentina, México y Uruguay. Ese detalle facilitó el rodaje con importantes actores de cada nacionalidad en diferentes locaciones, como por ejemplo la participación del mexicano Alfonso Dosal, quien fue parte de la célebre serie «Narcos: Mexico». El trabajo de coordinación fue orquestado por la argentina Lili Mazure (Producción ejecutiva), las mexicanas Laura Imperiale y Mónica Lozano, y las uruguayas Lucía Gaviglio y Virginia Hinze (coproductoras).

El cineasta nos da la clave para entrar en su universo ficcional desde el poster oficial. «Lunáticos», porta el emblema «para reírse cuando habría que llorar» en clara alusión a sus intenciones de recurrir al humor para sobrevivir el agobio que vivimos como sociedad. En una entrevista con Telám declaró: «En el humor, uno se ríe muchas veces de aquellas cosas que lo angustian. Hay algo de la realidad del mundo y del planeta en este momento que nos angustia a todos muchísimo porque no sabemos adónde va a parar todo esto». Siguiendo la línea de ese pensamiento, se encarga de ironizar sobre el amarillismo de los medios, la fragilidad de los mercados financieros y el estado permanente de alerta en el que vivimos.

El film tiene un comienzo arrollador donde nos ataca de lleno con toda su irreverencia, su humor negro y su picardía para presentarnos cada situación. Realiza un efectivo trabajo a la hora de crear un mundo verosímil en base a fragmentos audiovisuales reales (recurso que por sí solo ya es una recreación satírica de las clásicas introducciones de películas sobre catástrofes) y cada historia tiene un punto de partida creíble que convierte al público en espectadores capaces de palpar la desesperación plasmada en cada caso. Sin embargo, jamás olvida al humor como faro guía dentro de tanto drama.

Los actores se desarrollan con total naturalidad, hay gags cómicos muy bien ejecutados y la química no falta. La realización es sencilla, pero funciona muy bien a la hora de mantenernos dentro de lo mundano de los relatos. Tal vez, el pecado más grande que comete el largometraje es volverse demasiado cíclico en su formato. Llegado un momento avanzado de cada secuencia, tiende a volverse repetitiva y comienza a agotar al espectador. La mejor solución hubiera sido sacrificar algunos minutos en pos de mejorar el visionado. De todas maneras, como concepto general, discursivo y fílmicamente, el resultado final resulta positivo.

Decidimos no ahondar particularmente en cada historia para no dañar la sorpresa del público. Por la misma razón, recomendamos asistir a la sala sin haber analizado minuciosamente el tráiler extendido. Martín Salinas creó una película divertida que logra hacernos reír de la vulnerable realidad en la que vivimos. Nada mejor, y más sano, que usar la sátira para desahogarnos. Como dice su lema: «para reírse cuando habría que llorar».