DC comics vuelve a la carga en un nuevo intento por revivir su franquicia cinematográfica y darle batalla al gigantesco universo creado por Marvel que, entre tanta producción sin descanso, se encuentra atravesando una notoria pérdida de calidad. Quien se pone al hombro la cinta es Dwayne «The Rock» Johnson. El carismático luchador profesional, devenido en actor, realiza su ingreso al mundo de los superhéroes con un renegado y monumental Black Adam. Su enorme físico, la presencia que impone y el timing para el humor – sutil en esta oportunidad – lo vuelven la mejor elección para el personaje. Casi 5.000 años después de haber sido dotado de los poderes omnipotentes de los antiguos dioses y encarcelado con la misma rapidez, Black Adam es liberado de su tumba terrenal, listo para desatar su forma única de justicia en el mundo moderno. Esa sinopsis nos adelanta varios puntos importantes que se desarrollan en el film. En primer lugar, Adam padece lo que sufren todos los villanos: convertirse en un antihéroe. En segundo lugar, uno de los pilares de la cinta es la adaptación de una personalidad tosca y agresiva de antaño a los modismos de los héroes actuales. De ahí se desprende tanto momentos cómicos como emotivos. Algo similar a lo sucedido con el personaje interpretado por Will Smith en la criticada «Hancock» (2008). Por último, estamos en presencia de unos de los personajes más poderosos – presentados hasta la fecha – del universo de DC. Analicemos rápidamente los puntos más importantes de la película. Se trata de una pochoclera con todas las letras que entretiene de principio a fin. Comienza y termina regalando buenas escenas de acción, llenas de épica y grandilocuencia. Se pueden percibir las ganas que Johnson le puso al personaje y toda la obra en sí. Fue quien mayor trabajo de marketing publicitario realizó y se lo nota muy comprometido con la causa. También debemos mencionar la fabulosa elección de héroes y actores que lo acompañan: tanto Aldis Hodge como Hawk-Man y Pierce Brosnan como Dr. Fate le aportan la solidez y elegancia necesaria. En segunda instancia, Noah Centineo como Atom Smasher y Quintessa Windell como Cyclone se sienten bastante desaprovechados a nivel dramático. Aportan algo interesante en muy breves oportunidades. Tal vez solo se plantó la semilla para futuros proyectos en solitario de cada uno. En línea con esta idea de proyectos futuros, la producción se propone como un nuevo punto de partida. La presentación del nuevo anti héroe de DC abre puertas a muchas subtramas y crossovers. No debemos pasar por alto que toma muchos elementos de cintas anteriores para dejar en claro que todo está conectado de alguna manera. Pequeños detalles como la aparición de Viola Davis o Djimon Hounsou en sus clásicos personajes, llenan de esperanzas a los fans más expectantes. Sin ir más lejos, la única escena post créditos del metraje va a dar mucho de qué hablar. Solo podemos recomendar que no se vayan de la sala hasta poder verla. Para desgracia de DC, no todo es elogios y buenos augurios. Uno de sus principales defectos es su falta de originalidad. En el afán de reproducir todo lo esperado, el largometraje termina siendo predecible y falto de frescura. La ausencia de toma de riesgos por parte de Jaume Collet-Serra, su director, termina perjudicando el resultado. El experimentado realizador de películas de acción no intenta renovar al género. Se limitó a construir una cinta que rinda en taquilla y no sea considerada un fracaso como anteriores producciones de la compañía. Otro punto cuestionable es su trabajo visual. Si bien sus intenciones son buenas, el CGI se siente muy poco trabajado. Hay cromas demasiado notorios o reconstrucciones de personajes que recuerdan aquellas batallas inverosímiles que se daban en Matrix. De todas maneras, es un problema generalizado de este tipo de cine. Tal vez el objetivo ya no está puesto en ser realistas, sino en asemejarse a un videojuego. Sea como sea, es un debate para otro artículo. En conclusión, «Black Adam» es una cinta de origen que cumple con lo necesario pero que no apuesta a más. Tal vez, su logro más importante sea la incorporación del querido Dwayne a la plantilla de superhéroes y el voto de fe a futuras historias de su universo cinematográfico.
El primero de septiembre llega a los cines el documental «Lady Di» (originalmente titulado «The Princess»). Un largometraje de 104 minutos que relata la trágica vida de la princesa Diana, desde su incorporación a la familia real hasta su muerte en 1997. Con una metódica labor de montaje y recopilación de información, la cinta funciona como el punto cúlmine después de tantos años de investigaciones, audiovisuales y artículos al respecto. Su debut en la gran pantalla coincide con el aniversario número 25 del fallecimiento de la princesa. El encargado de dirigir tamaño trabajo audiovisual fue Ed Perkins. El cineasta estadounidense cuenta con una vasta experiencia como documentalista. Su carrera completa está dedicada a este tipo de cine: suma más de 16 nominaciones en premiaciones, incluida una al Oscar en la categoría «mejor corto documental». Entre sus trabajos más destacados se encuentran «Bare Knuckle Fight Club» (2007), «Garnet’s Gold» (2014), «Black Sheep» (2018) y «Tell Me Who I Am» (2019). El factor primordial que convierte al documental en un trabajo destacable, que merece ser visto, es su particular elección argumental. Desarrolla todo su hilo narrativo con base en fragmentos audiovisuales de noticieros, programas televisivos, videotapes caseros y demás contenidos fílmicos contemporáneos. Evita el uso de recursos típicos como la voz en off de un narrador, entrevistas a referentes en el tema o la recreación ficticia de situaciones. En consecuencia, entre las únicas armas que se utilizaron para narrar la historia se pueden mencionar: una exhaustiva investigación y recopilación de material multiplataforma, un montaje certero que sabe cuándo ralentizar o acelerar el relato para mantener inmerso al espectador y un excelente diseño sonoro que no duda a la hora de enfatizar situaciones con un correcto manejo de los silencios. Sin emitir palabra alguna, el realizador logra dejar bien en claro cuál es su posición dentro de la historia. El enfoque del largometraje está dedicado a demostrar cómo Diana Frances Spencer fue perseguida, atacada y humillada por la familia real constantemente. A su vez, enfatizan en su relación con los medios de comunicación y su nivel de exposición mediática. En algún momento del filme, se dice a claras voces que Lady Di le daba un exceso de publicidad a la monarquía, la cual no beneficiaba en nada a los anticuados estándares de repercusión que tenía la corona inglesa. Por último, se destaca el amor del pueblo hacia su princesa. No está de más recordar que fue la cara más humanitaria, activista y filántropa de la realeza, prácticamente en toda su historia. «Lady Di» es la ocasión perfecta para inmiscuirse en el tema de agenda del mes. Quienes no conozcan nada de la historia real, van a disfrutar de un relato atrapante. A su vez, quienes ya estén al tanto de lo sucedido, podrán disfrutar de una forma diferente de abordar un documental y, tal vez, llevarse nuevos datos que amplíen su visión de los hechos. Recomendamos aprovechar el breve estreno en pantalla grande.
Este jueves llega a las salas de todo el país «Un crimen argentino». Thriller policial ambientado en Rosario en plena dictadura militar (década del 80’). Quien se encuentra detrás de la nueva producción nacional protagonizada por Nicolás Francella, Matías Mayer, Malena Sánchez y Darío Grandinetti es Pampa Films. Productora de amplia trayectoria que cuenta con trabajos como «Un cuento chino» (2011), «Nieve negra» (2017), «La señal» (2007) y la reciente serie «Monzón» (2019) en su extensa filmografía. «Un crimen argentino» es una cinta basada en la novela homónima de Reynaldo Sietecase quien, a su vez, se inspiró en un hecho real ocurrido en los años 80’. La sinopsis nos adelanta: un hombre de negocios en la ciudad de Rosario, desaparece sin dejar rastros, en el marco de la dictadura militar argentina. El caso es asignado a dos secretarios de un juzgado (Francella y Mayer) de instrucción pocas semanas antes de que uno de ellos emigre a España. En una carrera contra el tiempo ambos juristas intentarán resolver el caso enfrentando las interferencias de una policía subordinada al poder represor. El encargado de dirigir la película fue Lucas Combina, un cineasta oriundo de Córdoba que a pesar de venir inmerso en la industria audiovisual desde 2006 (en variados puestos laborales), ocupó la silla del director solo en cortometrajes y documentales. En vistas del correcto trabajo que realizó en esta película, podemos afirmar que enfrentarse a un largometraje no le pesó ni un poco y realizó el debut cinematográfico que cualquier realizador desearía. Creó una película bien ejecutada que entretiene de principio a fin y deja varios debates en que pensar. A continuación, analizaremos los puntos destacables del film. El principal factor por el que la obra resalta es su guion. Se enhebra una historia que nos va develando la información poco a poco y deja pistas desperdigadas para que el espectador pueda hipotetizar sobre el clímax del relato. A su vez, cuenta con diálogos inteligentes, principalmente cargados en el personaje interpretado por Darío Grandinetti. Otra característica notable de las líneas es que no pierden el toque argentino, resaltando la jerga local y los juicios de valor típicos de la sociedad de antaño. No debemos olvidar que se desarrolla en la ciudad de Rosario en plena dictadura. Otro punto interesante que destaca sobre la escritura es que se plantea un eje troncal de la historia, en torno a la investigación policial, y a la vez se desarrolla un conflicto interno entre las fuerzas. Por un lado, tenemos a nuestros protagonistas (los de la fiscalía) y por otro, al personal que forma parte de las fuerzas armadas en el poder. Ambos grupos tienen el mismo objetivo: resolver el caso. Pero cuentan con métodos muy diferentes. Ahí es donde se produce el choque de intereses. De alguna manera, logra dejar impregnada la idea de que a pesar de la corrupción, violencia y falta de institucionalidad que abundaba en aquella época tan turbia del país, existían personas que aún intentaban hacer las cosas bien. En una entrevista con el medio radial Deja Vu Rosario, el mismo Reinaldo Sietecase declara que fue uno de los puntos fundamentales que quería abordar en su novela. Con respecto a la ambientación y escenografía, apartado fundamental en películas de época, todo se encuentra muy cuidado y resulta verosímil en todo momento. La fotografía general es muy correcta y el soundtrack ayuda en todo lo necesario. Sin destacar por sobre otros aspectos, todo funciona maravillosamente armonioso. Lo que sí se lleva el halago de la mayoría de los espectadores es el nivel actoral. El principal elogiado es Darío Grandinetti. No solo realiza una labor sublime, sino que compone un personaje totalmente hipnótico. Toda la elegancia, intelectualidad, frialdad, misterio y conquista que desprende, lo convierte en una personalidad sumamente jugosa que atrapa al espectador y lo mantiene enganchado todo el tiempo que quiere. Sin dudas, colecciona los diálogos que más recordaremos con el paso del tiempo. En conclusión, «Un crimen argentino» es un film redondito que se mantiene dinámico gracias a su atrapante historia, la inteligencia de su guion y unas actuaciones que realzan todo el esfuerzo del equipo técnico. Constituye una buena oportunidad para acudir a las salas a disfrutar de un buen thriller policial nacional.
El cineasta estadounidense Jordan Peele conquista el terreno de los blokbusters norteamericanos con su tercera película. «¡Nop!» («NOPE» en su idioma original) cumple con los requisitos de toda cinta masiva, sin perder la esencia de autor que porta su filmografía. El largometraje relata la historia de dos hermanos que habitan un rancho, en las afueras de California, criando caballos para uso televisivo. En dicho lugar hacen un descubrimiento tan insólito como aterrador. Recomendamos no ahondar más en la trama y asistir a las salas con la menor cantidad de información posible. Para quienes no recuerden a Peele, refresquemos la memoria: es una actor y comediante estadounidense, de extensa trayectoria, que comenzó a guionar historias en el 2016 con la película «Keanu». Ya en 2017, hizo su debut cinematográfico como director de «Get out» y el reconocimiento mundial no tardó en llegar. Se lo catalogó, junto a Ari Aster y Robert Eggers, como uno de los estandartes del «nuevo terror» más orientado a lo psicológico que a lo explícito. En 2019 estrenó su segundo film titulado «Us». Dicha obra reafirmó su capacidad para crear suspenso y le sumó el atributo de la originalidad en sus historias. Detalle no menor en la era de los reboots, remakes y franquicias. A continuación, analicemos por qué creemos que su última cinta es la más «pochoclera» sin perder la esencia del autor. En primer lugar, la obra está dividida en un primer y segundo acto, basado en el misterio y el suspenso, y un tercer acto que hace un vuelco narrativo apoyándose en la aventura y la acción mucho más directa. Ese cambio de ritmo se realiza con presteza y no propone dificultad alguna. En ese sentido, se vuelve la cinta que mejor se adapta a un público no habituado al cine críptico que acostumbra la nueva corriente del terror/suspenso. Por otro lado, es una obra plagada de guiños a la cultura cinéfila. Incluso, inicia con una magnífica referencia a uno de los primeros experimentos audiovisuales (realizado en 1878), diseñado por Eadweard Muybridge, en donde se ve a un caballo corriendo. Asimismo, al verla, recuerda cintas como «Signs» (2002), «War of the Worlds» (2005) y muchos Western de antaño. Resulta muy interesante la excelente combinación de elementos que nos presta cada género cinematográfico. Percibimos constantemente la incomodidad del suspenso, el misterio de la ciencia ficción, la soltura de los momentos cómicos y la genial dualidad entre la asfixia del terror y la inmensidad de las vastas llanuras de un rancho en el medio de la nada (escenario clásico del western). Por otra parte, nada de esto podría llegar a buen puerto si no fuera por el maravilloso manejo de su equipo técnico. La fotografía de Hoyte Van Hoytema («Her», «Interstellar», «Dunkirk», «Tenet», etc.) es de una calidad sublime. A eso se le suma un diseño de efectos especial que, a pesar de no poseer el realismo de films como «Dune», no desentona para nada y permite mantenerse dentro de la ilusión que propone el director. El soundtrak, compuesto por Michael Abels (compositor de todas las películas de Peele), es la frutilla del postre. Es una especialista en crear atmósferas densas y oscuras, hace un uso magistral de los silencios, las deformaciones sonoras y los golpes atonales. Al mismo tiempo, lo contrasta con estruendosas baladas muy similares a lo que nos regalaba el legendario Enio Morricone. Realizar una crítica nos limita a dar un breve pantallazo de los puntos positivos, pero tranquilamente se podría hacer un artículo completo dedicado únicamente al desglose de los elementos mencionados en el párrafo. El realizador no solo se dedicó a crear atractivas secuencias audiovisuales. Se encargó de introducir, sutilmente, críticas al actual sistema de entretenimiento y espectáculo que habita en las redes. Plantea una pregunta tan simple como reflexiva: ¿Qué estás dispuesto a hacer para entretener? También, indaga sobre la obsesión de «capturar lo imposible», tal como se lo describe en la película. Trabaja esa idea sobre el campo de lo audiovisual, de la mano del personaje interpretado por Michael Wincott, y sobre el área de lo natural, exponiendo la imposibilidad de domesticación sobre ciertas fuerzas de la naturaleza. La grandilocuencia del film no nos permite disfrutar del todo las correctas performances de los actores. Pero de todas formas queremos remarcar el gran trabajo de Daniel Kaluuya, Keke Palmer, Steven Yeun y Brandon Perea, que sostienen las dos horas de duración sin ningún problema. En conclusión, «¡Nop!» nos recuerda que se pueden seguir haciendo blockbusters con contenido crítico y que no sea puro papelitos de colores. Enigmática, hipnótica y dinámica, es una perfecta oportunidad para introducirse en la filmografía del director. La cinta manipula al espectador a su antojo, con un excelente manejo de la atmósfera. Jordan Peele culmina su tercer largometraje de manera notable.
Luego de diez años sin ocupar la silla de director, el aclamado guionista Martín Salinas vuelve al ruedo con una comedia negra titulada «Lunáticos». La cinta, desarrollada en clave de historias cruzadas, es protagonizada por un reparto coral entre los que destacan Daniel Hendler, Verónica Llinás y Luis Ziembrowski. El punto de partida son una serie de tweets que el presidente norteamericano, satirizando a Donald Trump, libera en redes y provoca un cimbrón económico global. Salinas, quien también se encargó de la escritura del guion, coquetea con posibles historias que podrían darse en ese contexto, en distintos puntos de América Latina. La película es una coproducción entre Argentina, México y Uruguay. Ese detalle facilitó el rodaje con importantes actores de cada nacionalidad en diferentes locaciones, como por ejemplo la participación del mexicano Alfonso Dosal, quien fue parte de la célebre serie «Narcos: Mexico». El trabajo de coordinación fue orquestado por la argentina Lili Mazure (Producción ejecutiva), las mexicanas Laura Imperiale y Mónica Lozano, y las uruguayas Lucía Gaviglio y Virginia Hinze (coproductoras). El cineasta nos da la clave para entrar en su universo ficcional desde el poster oficial. «Lunáticos», porta el emblema «para reírse cuando habría que llorar» en clara alusión a sus intenciones de recurrir al humor para sobrevivir el agobio que vivimos como sociedad. En una entrevista con Telám declaró: «En el humor, uno se ríe muchas veces de aquellas cosas que lo angustian. Hay algo de la realidad del mundo y del planeta en este momento que nos angustia a todos muchísimo porque no sabemos adónde va a parar todo esto». Siguiendo la línea de ese pensamiento, se encarga de ironizar sobre el amarillismo de los medios, la fragilidad de los mercados financieros y el estado permanente de alerta en el que vivimos. El film tiene un comienzo arrollador donde nos ataca de lleno con toda su irreverencia, su humor negro y su picardía para presentarnos cada situación. Realiza un efectivo trabajo a la hora de crear un mundo verosímil en base a fragmentos audiovisuales reales (recurso que por sí solo ya es una recreación satírica de las clásicas introducciones de películas sobre catástrofes) y cada historia tiene un punto de partida creíble que convierte al público en espectadores capaces de palpar la desesperación plasmada en cada caso. Sin embargo, jamás olvida al humor como faro guía dentro de tanto drama. Los actores se desarrollan con total naturalidad, hay gags cómicos muy bien ejecutados y la química no falta. La realización es sencilla, pero funciona muy bien a la hora de mantenernos dentro de lo mundano de los relatos. Tal vez, el pecado más grande que comete el largometraje es volverse demasiado cíclico en su formato. Llegado un momento avanzado de cada secuencia, tiende a volverse repetitiva y comienza a agotar al espectador. La mejor solución hubiera sido sacrificar algunos minutos en pos de mejorar el visionado. De todas maneras, como concepto general, discursivo y fílmicamente, el resultado final resulta positivo. Decidimos no ahondar particularmente en cada historia para no dañar la sorpresa del público. Por la misma razón, recomendamos asistir a la sala sin haber analizado minuciosamente el tráiler extendido. Martín Salinas creó una película divertida que logra hacernos reír de la vulnerable realidad en la que vivimos. Nada mejor, y más sano, que usar la sátira para desahogarnos. Como dice su lema: «para reírse cuando habría que llorar».
Este jueves realiza su estreno en el país la cinta francesa que se llevó el premio César a mejor actriz en el 2019. «Alicia y el alcalde» (también conocida como «Los consejos de Alice») es una comedia dramática escrita y dirigida por Nicolas Pariser. Se trata de su segundo largometraje, luego de «El gran juego» (2015). En esta ocasión, producto del visionado del documental «Le Président» (2010) de Yves Jeuland, el cineasta decidió abordar el mundo diplomático francés con una crítica al sistema actual en clave de ocurrente drama indie con tonos de comedia y existencialismo. La sinopsis anticipa: Tras pasar 30 años en política, el alcalde de la ciudad de Lyon (Francia), se empieza a quedar sin ideas y siente que sufre una especie de vacío existencial. Para superar esta adversidad, decide contratar a una brillante filósofa, la joven Alice Heinmann. Entre ambos se desarrolla un diálogo en el que sus respectivas personalidades cambian drásticamente su forma de ver y entender el mundo. Es fundamental reconocer el paralelismo entre la falta de ideas del protagonista y la democracia moderna. Esa gran ironía es el concepto principal de todo el filme. Con sutiles dosis de humor, un maravilloso uso de los diálogos y una soberbia actuación por parte de Fabrice Luchini y Anaïs Demoustier (ganadora del premio César), se mantiene firme en su seriedad y no nos permite encasillarla como una sátira común y corriente. El realizador hace un excelente trabajo de dirección coqueteando con muchos tópicos en su acotada duración de 103 minutos. Además de la crítica ya mencionada, juega con el choque generacional (por parte de los protagonistas) al confrontar conceptos políticos, e ideales de vida, antiguos y modernos. También, aprovecha ese intercambio entre los personajes para generar un clima romántico entre ellos que eventualmente deriva en una conexión intelectual más profunda que una simple atracción física. Asimismo, puede ser interpretada como un mero discurso agitador, en formato audiovisual, que incita a encontrar nuevas lógicas de gobierno con su verborragia argumentativa. En última instancia, indaga sobre la presión y competencia laboral, la falta de objetivos de los jóvenes adultos y el desequilibrio sistemático que la democracia actual provoca en su población. Sin importar cuál sea el punto que más atraiga al espectador, lo cierto es que hay varias aristas de la cual aferrarse y disfrutar de la película. La realización es acertada y encaja perfecto con el ambiente modesto que propone la obra. Sostiene un ritmo pausado, pero en continuo ascenso, que nos mantiene atrapado en su desarrollo, y cuanta con un trabajo de investigación y representación de los procedimientos políticos actuales que sorprende a cada momento. Siempre es atractivo conocer el detrás de escena de ambientes tan cerrados y desconocidos como lo es una alcaldía. «Alicia y el alcalde» es a la política lo que «The Devil Wears Prada» (2006) fue a la moda. Constituye un dinámico y adictivo recorrido donde el espectador se inmiscuye en los asuntos más internos, y menos pensados, de un área que para el común de la gente es ajena. Resulta muy entretenido descubrir la agenda y los mecanismos que atraviesan los políticos día a día. Sin romantizar la actividad, logra poner en perspectiva el sacrificio personal requerido para formar parte de ese ambiente tan codiciado. Nicolas Pariser se encarga de demostrarnos que la política no es el acartonado nido de corrupción que la mayoría piensa.
Esta semana, la cineasta Nadia Benedicto presenta en sociedad su segundo largometraje. Se trata de una road movie feminista titulada «Hékate». El lugar de encuentro es el Cine Gaumont, hogar del cine nacional, desde el 23 al 29 de junio con dos funciones diarias (16hs y 21hs). Tuvimos el agrado de visionar la obra antes de su estreno y compartir unas palabras, en conferencia de prensa, con el equipo. La críptica sinopsis adelanta: Helena y Kira discuten al costado de la ruta. No hay un destino en mente, no hay un plan a seguir. El viaje se devela kilómetro a kilómetro, un viaje que pronto deviene ritual. Debemos agregar, para conocimiento del lector, que la temática de la producción gira en torno a la violencia de género, pero el enfoque principal intenta despegarse del hecho y profundizar en la sanación de las víctimas. Nadia Benedicto es una directora, guionista y productora de cine independiente. En su página web, específica que su trabajo hace foco en universos femeninos y disidentes. Su ópera prima fue «Interludio» (2016), un drama LGBTIQ+ que conquistó premios por toda Latinoamérica y actualmente se encuentra disponible gratuitamente en CineAr Play. En esta ocasión, «Hékate» rompió los límites territoriales y en su gira internacional se trajo consigo el premio de mejor película del Atlanta Film Festival y del Cine de las Americas International Film Festival. La cinta, protagonizada por Sabrina Macchi, Rosario Mumma y Federico Liss, puede dividirse en tres segmentos. El primero transcurre en una vivienda. Allí se nos presenta a los tres personajes con una poderosa y visceral escena que sirve de motor para la road movie. Dicho momento cuenta con un rodaje exquisito, se toma su tiempo para permitir a los actores desarrollar sus características y asentar las bases que nos guían el resto del filme. Eso fue un punto crucial para el trabajo actoral según comentó F. Liss en la conferencia. El segundo segmento nos instala en la ruta. Cabe destacar que el equipo, mayoritariamente femenino, se encontró de viaje dos semanas para rodar, principalmente, de noche. Esa cualidad nocturna de la obra apareja muchas dificultades técnicas referidas a la iluminación, pero la soberbia dirección de fotografía de Cecilia Tasso sortea los obstáculos y nos brinda imágenes con mucha energía simbólica y agradables encuadres. Aquí vivenciamos la metamorfosis de personajes donde comienza a vislumbrarse el carácter místico / onírico al que se hace referencia desde el título. Recordemos que Hékate es la diosa de las brujas y, según declaraciones de la directora en el diario Página 12, el relato es un homenaje que parte de la historia de violencia que marcó a su abuela. Entendiendo que ella se replica incansablemente en los cuerpos y vidas de miles de mujeres a través del tiempo, comenzó a escribir esta película, con más preguntas que respuestas, pero con un deseo furioso por ponerle fin. No vamos a hablar mucho de la última instancia de la película, ya que preferimos que quede a merced del espectador. Solo quisiéramos hacer notar el interesante uso del fuego como metáfora visual. Ese elemento se encuentra presente en todo momento como algo carente, e invita a recuperarlo como sinónimo de poder. Las protagonistas buscan liberarse de sus pesares y restituir esa magia heredada que les fue arrebatada. Nadia Benedicto genera un film potente y visualmente atractivo que busca sumar su singular mirada en la lucha feminista. «Hékate» es de esas películas que necesitan ser procesadas luego del visionado. Aunque va dirigida a un público específico, cualquier persona que disfrute del cine independiente con su accionar contemplativo y sus verdades en pantalla, se va a llevar una buena experiencia.
Luego de un extenso recorrido internacional, llega a la Argentina la tan esperada «Everything Everywhere All at Once» («Todo a la vez en todas partes» en Hispanoamérica). La cinta es uno de los estrenos más comentados del 2022 porque se desarrolla sobre el concepto de multiverso de una forma nunca antes vista. Dan Kwan y Daniel Scheinert, popularmente conocidos como «The Daniels», se unen por segunda vez con el aclamado estudio A24 para generar un largometraje sumamente original y creativo. La sinopsis nos adelanta que cuando una ruptura interdimensional altera la realidad, una inmigrante china en Estados Unidos se ve envuelta en una aventura salvaje en la que solo ella puede salvar el mundo. Si bien el resumen puede sonar genérico y sin sustancia, la experiencia será totalmente diferente a lo que se espera. Los Daniels anteriormente trabajaron en «Swiss Army Man» (2016), otra cinta rebosante de excentricidades, protagonizada por Paul Dano y Daniel Radcliffe. Si bien los críticos más puristas no avalan el cine poco convencional, gran parte del público disfruta de esos arrebatos de libertinaje que productoras, como A24, les permiten a los directores. Dicho sea de paso, la película cuenta con la producción de los hermanos Anthony y Joseph Russo, responsables de «Avengers: Infinity War» (2018) y «Endgame» (2019). A la hora de pensar en un género que encasille la cinta se nos hace imposible encontrar una respuesta. El film es un auténtico caos de ritmo intimidante que se pasea por todos los géneros que puede: acción, comedia, drama familiar, ciencia ficción, fantasía, suspenso, absurdo, aventuras y un largo etcétera de subcategorías. Al fin y al cabo, ¿Qué se puede catalogar hoy en día? Las fronteras de los géneros, tal cual los conocíamos, están cada vez más borrosas. Como diría el Chino Darín: definirla es limitarla. El caos en la película se expresa a través de un compendio de imágenes, aparentemente inconexas, que al final cobran sentido y se vuelve coherente. La misma definición aplica al término yuxtaposición, un concepto muy utilizado en el ámbito del montaje cinematográfico. Hay muchos videos disponibles en YouTube donde el legendario cineasta Alfred Hitchcock explica por qué el montaje es, básicamente, el arte de la yuxtaposición de imágenes. En línea con ese pensamiento, los Daniels hacen un uso magistral de sus recursos en la línea de tiempo. Cada secuencia está pensada al detalle porque, de flaquear en su estructura, toda aquella propuesta de generar un aparente descontrol narrativo que luego concluye en un clímax consecuente, habría fallado. En cuanto al ritmo, no da descanso. Las escenas están compuestas por múltiples tomas (a veces de microsegundos), muchas coreografías milimétricas (inspiradas en viejas cintas de artes marciales) y una edición vertiginosa que nos mantiene inmersos en el frenesí de su historia. Lo bueno no termina en el montaje y la edición. La fotografía, el etalonaje y los movimientos y puestas de cámara son exquisitos. La propuesta estética es muy colorida y variada, las posibilidades del multiverso se ven reflejadas en los vestuarios, peinados y escenarios en los que transcurre el relato. Hay un popurrí visual que, de no interesarte la trama principal, te mantendrán los suficientemente estimulado como para seguir mirando el filme. Por otro lado, el soundtrack compuesto por la banda experimental «Son Lux» se ajusta a la perfección con la idea principal del film. En una entrevista del grupo con el sitio Rolling Stone, afirman que trabajaron en el proyecto desde 2019 y lo definen como un soundtrack maximalista. Todo ese cóctel de situaciones divertidas no llegaría a ningún lugar sin el carisma de su elenco. Para esta singular aventura multiversal, seleccionaron a actores que, sin ser mega estrellas de la industria, tienen su lugar en el inconsciente colectivo cinematográfico. La protagonista es Michelle Yeoh, actriz popularmente conocida por su participación en películas con temática de artes marciales. Sus obras más recordadas son «Tigre y dragón» (2000), «Memoirs of a Geisha» (2005) y «Tomorrow Never Dies» (1997), octava película de la saga 007. Recientemente, la pudimos ver en «Shang-Chi and the legend of the ten rings» (2021). La acompaña Jonathan Ke Quan, un actor que volvió de un retiro de más de 20 años para esta producción. Muchos recordaran el carisma innato del pequeño actor que participó de «Indiana Jones and the Temple of Doom» (1984) y «The Goonies» (1985). Den por sentado que dicho carisma se conservó intacto a pesar de la inactividad. La última gran joyita que incorpora el filme es la gran Jamie Lee Curtis, quien no necesita presentación. Le aporta su toque distinguido, pero no desentona a la hora de sumarse a las locuras que enhebraron los directores. No podemos olvidar a Stephanie Ann Hsu, la joven actriz estadounidense que funciona como pilar fundamental de la trama. Con una carrera más centrada en las series que en el cine da que hablar su sólida performance en el metraje. Denota un profesionalismo inmenso y gran facilidad para encarar los distintos géneros que le demanda la obra. Todo el banquete de secuencias divertidas de acción, gags cómicos efectivos, momentos tan cursis como emocionantes, referencias a la cultura popular cinematográfica, simbolismos y reflexiones, se encuentran envueltos en un velo profundamente romántico y humano que nos invita a disfrutar de cada segundo vivido. Aquella lluvia de imágenes adictivas y los diálogos introspectivos son un mero anzuelo para introducirnos en una forma de ver el mundo y encarar nuestra realidad. Ese objetivo, un tanto ambicioso, increíblemente llega a buen puerto y logra convertirse en una obra única en su estilo. Sin dudas, «Everything Everywhere All at Once» es una de las propuestas más interesantes, liberales y creativas de los últimos años.
La franquicia iniciada por Steven Spielberg en 1993 llega a su fin luego de casi tres décadas. La esperada «Jurassic World: Dominion», sexta película de la saga, llega a las salas de nuestro país con mucha polémica encima. Cuatro años después de lo acontecido en «Jurassic World: Fallen Kingdom» (2018), los dinosaurios viven y cazan junto a los humanos en todo el mundo. Este frágil equilibrio remodelará el futuro y determinará, de una vez por todas, si los seres humanos seguirán siendo los depredadores máximos en un planeta que ahora comparten con las criaturas más temibles de la historia (Sinopsis de Filmaffinity). Retrocedamos un poco en el tiempo para entender la importancia del nuevo estreno. A principios de los 90’ el reconocido Steven Spielberg creó «Jurassic Park». La cinta, basada en el libro homónimo de Michael Crichton, relata las aventuras de un grupo de expertos (Sam Neill, Jeff Goldblum y Laura Dern) en un parque de diversiones donde hay dinosaurios reales clonados. La idea principal que atraviesa la obra gira en torno a la intención que tiene el hombre (el ser humano en general) de controlar la naturaleza y su entorno a conveniencia. Ese debate ético, filosófico y moral atrapó a las audiencias y se convirtió en una obra de culto y éxito descomunal. Años más tarde llegó «The Lost World: Jurassic Park» (1997) protagonizada por Jeff Goldblum y Julianne Moore. Por último, el cierre de esa primera trilogía se dio con «Jurassic Park III» (2001) donde volvió a la acción Sam Neill como el doctor Alan Grant. En el año 2015 se dio luz verde a una nueva trilogía de la franquicia. El pseudo reboot se llamó «Jurassic World» y llegó como un mega tanque comercial gracias al prestigio de sus antecesoras, un abultado presupuesto y las facilidades del CGI al servicio de la producción. Los nuevos aventureros en pantalla fueron Chris Pratt y Bryce Dallas Howard, quienes se mantuvieron en el papel durante sus secuelas. Un dato significativo es que fue dirigida y coescrita por Colin Trevorrow, el mismo que fue responsable del guion de «Jurassic World: Fallen Kingdom» y volvió a la dirección para esta última entrega. Se puede afirmar que ninguna de las cintas igualó la calidad de la primogénita. Parece ser que las sorpresas y buenas ideas se terminaron con aquel primer largometraje. Aun así, todas las películas tuvieron buen éxito en taquilla y mantuvieron interesado al público. Al fin y al cabo, conforman el conglomerado de películas sobre dinosaurios que mejor explora la idea que detallamos más arriba en el texto. «Jurassic World: Dominion» juega su última carta para intentar dar un cierre a la altura que inmortalice todas las historias contadas con broche de oro. En una época llena de reboots, secuelas tardías y reactivación de viejos clásicos, ésta no fue la excepción. El plato fuerte de este banquete de dinosaurios, personajes pasajeros y filosofía biogenética es la nostalgia. Ahora nos preguntamos: ¿Alcanza con los golpes de nostalgia para que una película sea buena? El largometraje se autoproclama en un mundo donde los dinosaurios están dispersos por todos lados y conviven en relativa paz con los seres humanos. La secuencia inicial nos pone en contexto con un montaje genérico, símil nota periodística, donde se nos da las pautas del film. Inmediatamente después se encarga de ubicar en tiempo y espacio a cada uno de nuestros protagonistas. Recordemos que, para este cierre, vuelven al ruedo el trío protagónico original. Obviando el detalle de que toda esa media hora de presentación es una salida fácil y mil veces vista en términos de realización audiovisual, resulta un poco contradictorio que aquel «dominio jurásico» que nos venden desde el título, no se exhiba en pantalla. Aquella cinta que más dinosaurios promete, es la que menos dinosaurios tiene. Y no hablamos de cantidad de animales, la variedad está asegurada, nos referimos al poco tiempo en pantalla y la poca relevancia de sus acciones. Aquellas secuencias memorables de implacables velociraptores invadiendo la cocina quedaron en el olvido. De todas formas, los dinosaurios que se pueden apreciar son fabulosos en términos de diseño. El CGI crea unos reptiles muy convincentes y estéticamente acertados, además se incluyeron muchos animatronics que aportan un extra de realismo y verosimilitud que le dan un toque distinguido. Como en la mayoría de las películas mainstream modernas, el gran déficit se encuentra en su guion. La historia general es un rejunte de secuencias y momentos que ya vimos anteriormente. Intentaron ir a lo seguro recreando instantes que fueron celebrados en su momento, pero ya no son aceptados de igual manera. Esa falta de creatividad, o comodidad, por parte de los creadores deriva en un film mediocre que no intenta superarse, solo intenta entretener lo suficiente como para llevarse a casa una buena ganancia. Una movida rentable para los productores que le falta el respeto a los espectadores que acuden a las salas con ganas de llevarse una experiencia memorable. Centrarse en las relaciones humanas por sobre la existencia de dinosaurios no es del todo acertada en esta ocasión porque falla a la hora de empatizar con sus historias. Si bien venimos consumiendo el viaje de Chris Pratt y Bryce Dallas Howard durante toda la segunda trilogía, poco nos importa sus destinos y el de su hija. La vuelta de los protagonistas antiguos es atractiva, pero carece de un aporte real ya que cualquier personaje podría haber encarnado su empresa sin necesidad de que sean justamente ellos. Esa carencia deriva en sentirlo más como un fan service que otra cosa. En la misma línea, los nuevos personajes incorporados no tienen un propósito real ni razones válidas. Por último, el antagonista es de lo más genérico y olvidable que se vio en los últimos tiempos. Nunca se deja en claro quién es la real amenaza del largometraje, todo se queda a medias y termina siendo poco interesante. Otro detalle de los tiempos modernos que se adiciona sin éxito es el empoderamiento femenino. Es cierto que se da más tiempo en pantalla a las acciones de las mujeres y se las representa con mayores fortalezas, pero al final de cuentas las decisiones más importantes (con consecuencias reales dentro de la trama) las toman los hombres. El personaje de Pratt sigue siendo quien salva al de Dallas Howard en todo momento, el personaje de Dern no puede afrontar los desafíos sin la ayuda del de Neill y el único personaje femenino realmente rudo, interpretado por DeWanda Wise, casualmente recae en el estereotipo de lesbiana masculinizada. Todos estos giros de guion lo único que logran es derribar rápidamente la máscara de feminismo que intenta tapar una clásica historia del salvador blanco. De forma similar ocurre con la cuota de inclusión que implica rellenar el reparto con actores negros y asiáticos. Por último, queremos hacer mención del poco riesgo que se toma a la hora de elegir el tono general del metraje. Es un mundo plagado de dinosaurios carnívoros, pero no vemos ni una sola muerte en pantalla. Es una cinta centrada en persecuciones y enfrentamientos donde los animales solo persiguen a los protagonistas, no hay sangre en ningún momento y los escenarios cambian según las necesidades de la historia. Evidentemente, querían una película apta todo público que puede reproducirse en cuanta pantalla esté a su alcance. La conclusión nos hace pensar negativamente sobre la obra. Sin prejuicios, nos dispusimos a analizar lo más objetivamente posible el contenido y este fue el resultado. Es una película diseñada para aquellos que disfruten de la acción sin más preámbulos (al mejor estilo «Rápido y furioso»). Los diálogos intentan generar algún tipo de profundidad, pero se quedan en el intento. Lo mejor termina siendo esa carta de añoranza que hablamos en un principio. En respuesta a nuestra pregunta original: los golpes de nostalgia no alcanzan para que una película sea buena. A pesar de todo, el epílogo final deja un sabor positivo en cuanto al cierre de cada historia. Es agradable que finalmente dejen descansar en paz aquella cinta original que tantos buenos momentos le brindó al cine. Por cierto, no esperes escena postcrédito, estamos frente a un cierre definitivo. Al menos por el momento.
El jueves se estrena en las salas de todo el país «Franklin, historia de un billete» de Lucas Vivo García Lagos. Se trata de un thriller argentino protagonizado por Germán Palacios, Sofía Gala Castiglione y Daniel Araoz. La sinopsis nos anticipa que narra la historia de un exluchador y una prostituta que intentan desligarse de una organización criminal. Promotores de boxeo sin escrúpulos, policías corruptos, narcotraficantes violentos y ladrones aficionados luchan por el dinero y la supervivencia. El filme es la ópera prima del cineasta que previamente se desempeñó en el rol para la exitosa serie «Psiconautas» (2 temporadas) en la cadena TBS y en Netflix. En esta ocasión, también ofició como productor, ya que Navajo Films (su propia productora) fue quien financió el proyecto. La empresa también se encontró detrás de la ya nombrada «Psiconautas», «Pacto de sangre», «Insania» y «Porno y helado», entre muchos otros contenidos para plataformas. La película se presenta como un thriller policial. Comienza introduciendo un universo frío y plagado de corrupción, crimen y violencia. Crea una atmósfera sucia y corroída donde todos están condenados a la mala vida y nadie puede confiar en nadie. En este prototipo de Ciudad Gótica argentinizada lo único que importa es el dinero y la supervivencia. Así ingresan en escena dos criminales: el «bueno» y el «malo». El primero es nuestro protagonista, interpretado por Germán Palacios, y el segundo es el antagonista encarnado por Daniel Araoz. Ambos son cercanos, pero un trabajo los enfrenta: matar a Rosa, el interés amoroso, personificado por Sofía Gala Castiglione. Así es que sus caminos se enfrentan y comienzan un rally a pie por todo Buenos Aires. Destacamos como locaciones emblemáticas de la ciudad al Puerto de Buenos Aires y el barrio de La Boca. A pesar de intentar tomarse en serio durante toda la primera etapa del metraje, constantemente coquetea con elementos del cine de clase B. En este afán de mostrar una urbe putrefacta cae en cámaras en mano un poco descontroladas, encuadres que a primera vista no parecen funcionar correctamente y mucho make up gore rústico que no termina de convencer. Asimismo, en la segunda mitad de la película se elevan momentos cómicos y bizarros que nos terminan de confundir. El problema no se encuentra en su combinación de estilos: es un recurso que queda bien cuando se aplica con convicción. El inconveniente radica en que nunca se deja claro cuál es el objetivo de la cinta. Para ser un thriller policial convencional, le falta potencia dramática. Para ser cine clase B le falta tomarse más riesgos narrativos y estéticos. Y para ser una parodia nacional al mejor estilo de Nestor Montalbano, se queda corto con el absurdo. En fin, lo que dificulta el visionado es que nunca nos deja claro qué estamos viendo. La falta de rumbo se combina con un montaje abrupto que le saca cualquier sutileza que se pueda esperar. Los abundantes fundidos a negro y elipsis ciñen el largometraje y lo vuelven muy breve. Tan solo 80 minutos de visionado la obligan a ir a las apuradas y no deja tiempo para profundizar en la motivaciones e historias de cada personaje. Nobleza obliga, debemos mencionar que fue rodada en pandemia, lo que limita los recursos, la cantidad de personas en set y el tiempo de rodaje. Que a pesar de todas esas dificultades hayan logrado estrenar, ya es un logro por sí mismo. En contraposición con lo explayado anteriormente, hay muchas perlitas que influyen positivamente a la obra. El gran punto fuerte es su elenco. No solo los tres protagónicos, actores que no fallan a la hora de encarnar un personaje, sino que todo su reparto se pone la camiseta y sale a dar lo mejor de sí. Joaquín Ferreira, Christian Salguero, Luis Ziembrowsky, Isabel Macedo y Luis Brandoni completan un cast de lujo. Cada personaje es muy peculiar y carismático, logran dejar su huella en las breves secuencias que participan. Incluso cuenta con el particular cameo del cantante L-Gante quien hace su debut cinematográfico y se lo puedo ver ya desde el tráiler posteado en sus redes. Su apartado visual es otro punto positivo. Si bien mencionamos un montaje defectuoso y encuadres extraños, el resumen general nos deja una sensación agradable frente a su fotografía y etalonaje. Este último tal vez sea el mejor desarrollado en cuanto a posproducción. Asimismo, la secuencia inicial de créditos tiene un trabajo digno de mencionar y el apartado sonoro es muy actual y urbano, plagado de rap en español, cumbias e instrumentales que cobran protagonismo propio. En pocas palabras, «Franklin, historia de un billete» en un thriller policial clase B que entretiene a pesar de sus dificultades. Cuenta con un ritmo dinámico y visceral, un excelente elenco y un buen trabajo de creación de atmósferas. Regalan momentos delirantes que te van a sacar del visionado común y corriente y no busca ser más de lo que es. Si andás cerca del cine, nunca está de más pasarte una horita y media para apoyar a la industria nacional.