Mi nombre es lo único que tengo
Hay muchas maneras de encarar un relato iniciático, muchas otras de tomar una obra de teatro y traducirla a un lenguaje cinematográfico lo suficientemente fuerte para no traicionar la esencia del original. Luz de luna no es una película original en cuanto a la temática abordada pero resulta atractiva en términos cinematográficos.
A la mezcla catártica del propio director Barry Jenkins le sirve de plataforma la obra teatral In Moonlight Black Boys Look Blue, de Tarell Alvin McCraney para encontrar en la estructura del corte por etapas la buena predisposición de la historia para el desarrollo dramático. Así las cosas, a la inocencia interrumpida del protagonista Little (Alex Hilbert) en un apartado que es un combo de disfuncionalidad con infancia problemática se le adosa la madurez de Chiron (Ashton Sanders), en un contexto de supervivencia y búsqueda de la identidad en dos rumbos paralelos, la identidad constitutiva y la sexual.
El ritmo pausado al servicio de la gestualidad no ampulosa de un elenco ajustado, una puesta en escena prolija y la excelente fotografía de James Laxton le aportan a Luz de luna plasticidad en contraste con la sequedad de ciertas acciones y la violencia a nivel dramático en otras.
Sin embargo, el realizador no sacude el encuadre ni cae en lo frenético para dejarse llevar por un relato que sabe manejar los tiempos muertos y es sumamente generoso con la performance de sus actores.