M3gan

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

M3gan es un filme de terror bastante inteligente, bastante eficiente y bastante terrorífico. No resulta excepcionalmente sobresaliente en ninguno de los tres aspectos – el desarrollo es previsible y los shocks son algo blandos – pero, en el fondo, esconde una sátira feroz y brillante al que el maquillaje de “película de horror” termina por diluir. Seguro, hay una nueva estrella en el firmamento de íconos del cine de terror – la expeditiva y estremecedora androide del título, que tiene un puñado de escenas para lucirse (la re-edición de Titanium de David Guetta me mata!) – pero un director mas eficiente podría haber ido hasta el hueso (Paul Verhoeven, ¿dónde estás cuando más se te necesita?) y una calificación R quizás le hubiera dado una ponzoña mayor que el resultado final obtenido.

Dejando de lado los shocks, hay una discusión muy inteligente sobre la integración despreocupada de la tecnología en la educación de los chicos. Y a eso le sumamos bastante humor negro – el choque del principio es brillante, lástima que la película no pueda mantener el ritmo -, cosa de que quede claro que el filme no se toma demasiado en serio a sí mismo. Mientras que M3gan no es una máquina de escupir latiguillos a lo Freddy Krueger, por el otro lado lo absurdo de toda la situación – construir una muñeca robot con esqueleto de titanio, cuasi indestructible, con tanto acceso a las redes como el Cyborg de Liga de la Justicia y con una capacidad de autoaprendizaje sobre amenazas del entorno y posibles víctimas que termina sacándose chispas con Terminator – es tan risible que lo único que te queda es dejarla seguir adelante para ver hacia dónde va la premisa. Hay un tufillo de Robocop – lite en todo esto – corporaciones deshumanizadas, dedicadas a sacar productos no probados solo basándose en encuestas y sin inferir si lo que hacen tiene un mínimo de lógica, es chocante o genera algún tipo de peligro; los malos ejemplos que Ian Malcolm hablaba en Jurassic Park, de científicos que no se plantearon si debían sino que vieron que podían hacerlo, lo fabricaron y le pusieron una chapa y un precio lavándose las manos de la responsabilidad moral de todo el asunto -, mas una brillante visión sobre cómo la paternidad ha mutado en estos tiempos donde la tecnología se ha popularizado hasta el punto de invadir nuestras vidas… y servir como anestésico cuando los críos nos molestan. Cady es una niña de 9 años que ha perdido a sus padres en un accidente de auto y su tía Gemma – tecnócrata obsesiva, rodeada de chiches de alta tecnología y juguetes coleccionables (guiño a Robby el Robot de Planeta Prohibido) todavía cerrados en su caja original para conservar el valor… pero que a su vez es una persona incapaz de entender qué es jugar, qué precisa un niño o siquiera cómo es intentar comunicarse con uno (y mucho menos, entender sus necesidades emocionales!) – es la persona menos apta para ayudarla a reconstruir su vida. Su oferta de compañía y entretenimiento es ofrecerle un iPad (!); y cuando ello no basta, termina por presentarle el proyecto en que está trabajando, una muñeca androide del tamaño de una niña chica y con capacidad autónoma tanto de moverse como de aprender e interactuar con el resto. A la legua uno sabe que M3gan terminará por convertirse en la guardiana de Cady contra viento y marea, y todos los que osen ofenderla de la manera mas mínima la van a pasar mal. Ecos de Chucky resuenan en las acciones de M3gan cada vez que sale a cobrar revancha por las malas situaciones que vive su protegida, sea la vecina entrometida, el perro agresivo o el nene sicópata con el cual la empardan en una mal parida colonia de verano.

Pero M3gan no se trata sólo de sustos baratos, sino de los comentarios al pasar de los testigos de las acciones de Gemma, espantados por la frialdad y manipulación de la supuesta tutora “responsable” de su sobrina. Desde Gemma usando a la niña como demo ambulante de su producto no totalmente testeado, hasta su obsesión enfermiza por el trabajo y su incapacidad para darle consuelo y afecto a una pequeña que acaba de perder a sus padres. Ante semejante carencia lo único que se le ocurre es poner a M3gan en el medio – como compañía, consuelo, educadora y guardiana de Cady -; pero M3gan es solo un juguete – uno muy sofisticado, por cierto – y Cady en algún momento crecerá y abandonará la etapa de los juguetes. Como dice la asistente social al hablarle a Gemma sobre la Teoría del Apego, ¿acaso M3gan va a ser el único modelo de rol que va a tener la niña?. ¿Y que va a pasar cuando la chica crezca, sabiendo que sólo interactuó con una máquina durante toda su niñez?.

Es en esos momentos en donde M3gan se sale de la vaina para decir cosas mas inteligentes que el mero reciclaje de clichés sobre robots asesinos y juguetes demoníacos que abunda en el universo del cine de terror. Ni siquiera el final es demasiado convincente – el enfrentamiento es previsible pero ¿vale la pena salvar a alguien a quien no le importás un pomo? – ya que es simplemente un rumbo pre-trazado y obvio. Si M3gan fuera mucho mas venenosa sobre su crítica a los malos parientes y al exceso deshumanizante de tecnología en la vida de nuestros hijos, podría haber anotado mas porotos en la calificación final. Así como está es una rutina muy bien hecha que no asusta tanto como debiera pero que al menos tiene un puñado de líneas extremadamente inteligentes e inspiradas sobre la niñez, la tecnología y el mundo en que vivimos.