Diabólica, rebelde y pop.
Ojos soñados, cabello prolijo, piel perfecta… Ella es M3GAN, una compañera ideal para los niños, que enseña, contiene emocionalmente y hasta canta pop. Detalle, M3GAN es un robot. Esta es la premisa de la nueva película de la factoría de terror Blumhouse. Una premisa muy visitada en el cine de género, solo basta nombrar a Chucky, sobre todo la última adaptación (la de Lars Klevberg), en la que nuestro juguete maldito deja de ser un objeto poseído para convertirse en una maravilla de la Inteligencia Artificial. Bien podrían ser primos estos dos.
Pero volvamos a nuestra robotita rebelde. Sucede un accidente fatal, y Cady (una pequeña de 9 años) queda huérfana, por lo que la derivan bajo la tutela de su tía Gemma. Una especie de genia de la tecnología, que trabaja para una de las compañías de juguetes más famosas a nivel global. Si, M3GAN es un prototipo en el que está trabajando junto a dos compañeros, y para probarla decide vincularla a Cady, a quien no le viene nada mal debido al proceso de duelo doloroso que está atravesando.
Diseñada por Gemma para escuchar, observar y aprender mientras se convierte en amiga y protectora del niño al que se relaciona, claro que se le escapa de las manos. M3GAN se descontrola y lentamente comienza a tener su propia autonomía, interpretando las cosas a su modo y sin limites morales a la hora de dañar. Si bien, como señalamos anteriormente, es un tópico ya harto conocido, la película trae una bocanada de aire fresco. El horror y la comedia se fusionan de una manera noble para brindarnos una narración dinámica, en la que nuestra muñecota no se priva de nada.
Hay que reconocer que el guion tiene tropezones (hay ciertos vacíos), pero está bien trabajado el contexto emocional de los personajes. La vinculación entre M3GAN y las otras protagonistas es casi orgánica, acertada y oportuna en cuanto a la disposición del relato. Diabólica, divertida, pop y super obsesiva, hay mucho más por explorar en el universo de M3GAN. Franquicia asegurada.