Ma

Crítica de Ernesto Gerez - Metacultura

El lado B del sueño hughesiano

Ma es -seguramente entre varias cosas más- una película de John Hughes dada vuelta; un Hughes brotado por un mal viaje paranoide, pasado por el prisma del thriller de acecho y acoso (género que también aprovecha Neil Jordan en su reciente Greta) y regido por algunas reglas del terror adolescente. “Vení a ver Pretty in Pink (1986)”, o algo así, le dice Erica (Juliette Lewis) a su hija Maggie (Diana Silvers) en una de las referencias explícitas. Porque en Ma, como en aquella que Hughes escribió, nuestro punto de vista es el de la chica protagonista durante su iniciación al mundo adulto. En su viaje iniciático, Maggie hará el esfuerzo de crecer y desprenderse de una mamá que se rompe el lomo por ella enfrentando a su lado B, otra Ma, la del título, apodo de Sue Ann (Octavia Spencer). Ma es una coming of age deforme con chicos de secundaria tal como los del Breakfast Club (1985), otra de Hughes y otra que se lleva una referencia que se hermana con la que ya había hecho la segunda parte de 1986 de La Masacre de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, 1974) en su poster. Otra película que también parece colarse en el delirio controlado pero efectivo del artesano Tate Taylor (que, de todos modos, mete obsesiones de su mundillo como, por ejemplo, el punto de vista femenino que repite una y otra vez en sus películas) es la siempre rendidora Misery (1990) de Rob Reiner, material original de Stephen King al igual que Carrie, otro rito de iniciación que también asoma.

Sue Ann es una solitaria que le ofrece su sótano al grupito de amigos menores de edad para que puedan escabiar sin exponerse al ojo controlador de la ley. Lo que sigue es previsible pero efectivo: cuando la narrativa y su consecuencia (el suspenso) funcionan, se derriba el mito del spoiler. Ma es también una película de venganza a lo Freddy Krueger, con una villana que también fue víctima pero que en lugar de atacar a los chicos en sus pesadillas, les construye como trampa un sueño húmedo para adolescentes deseosos de psicotrópicos y un living de libertad. A su vez, que la villana sea negra es también una inversión de la oscarizable The Help (2011), la otra película que Taylor y su amiga Spencer hicieron juntos. Acá, como dice Ma, sólo hay lugar para un negro, por eso en uno de los mejores chistes le pinta la cara de blanco al negro del grupo de amigos; ironía y palo para el estereotipo negro del horror blanco estadounidense de décadas pasadas. A diferencia de las producciones recientes y exitosas de Blumhouse dirigidas por Jordan Peele (sobre todo si pensamos en Us y no en la tremenda Get Out), no hay acá pretensión ni exceso de metáfora. En tal sentido, lo de Taylor y el guionista Scotty Landes es un cine de horror seguramente más pavo para los que quieren posiciones políticas claras hasta en los chistes de Bazooka; porque lo político de Ma se canaliza sobre todo en sus agallas, suficientes como para no hacerla caer en la tibieza y la reiteración del actual terror ATP.