Maggie (Diana Silvers) es una adolescente recién mudada al pueblo donde vivió su madre (Juliette Lewis), quien trata de llevar adelante como puede la separación. Empieza de cero y a laburar a destajo mientras envía a su hija al mismo colegio al cual ella fue hace años. Pero todo esto no importa o dejará de importar pronto para convertirse en el primer cachetazo narrativo de los varios que recibirá el espectador de este estreno. No es ni siquiera una introducción así que vamos de nuevo.
Sue Ann (Octavia Spencer) es una señora solitaria empleada en una veterinaria cuya dueña (Allison Jeanney) la tiene cruzada por su indiferencia al trabajo. Siempre la pesca con el celular. Pero todo esto no importa o importa poco. Es más, da igual casi porque nada progresa por ese costado.
Vamos de nuevo. Una tarde en el pueblo. Unos chicos de secundaria necesitan de un adulto para conseguir alcohol para descontrolar en un baldío. Se cruzan con Sue Ann quien accede a realizar la compra, no sin antes dejar bastantes dudas respecto de su actitud compinche y bonachona. Por algo lo hace. De a poco, la banda de pibes integrada por la recién llegada Maggie, Haley (McKaley Miller), Andy (Corel Fogelmanis), Chaz (Gianni Paolo) y Darrell (Dante Brown), se ve seducida por la libertad de acción que Sue Ann (alias Ma) permite. y hasta ofrece su casa para armar festicholas. además de empezar a mimetizarse y pertenecer al grupo cada vez más numeroso de adolescentes menores de edad que pueden chupar todo lo que quieran, sin restricciones.
El nivel de popularidad de la señora crece a la par de su comportamiento errático. Obviamente como el pueblo es chico el inferno es grande y pronto se verá que detrás de este poder de convocatoria hay razones bastante oscuras para el accionar de la mujer del título.
Lamentablemente, con todas las posibilidades a su favor en la propuesta inicial, el resultado final de este estreno es inexplicable desde todo punto de vista. Son sólo unos diez, doce, minutos los que realmente se parecen al género al cual este estreno quiere pertenecer. El guión de Scotty Landers empieza a desbarrancarse al confiar demasiado en que la simple enunciación de la situación coyuntural (la juventud que sólo quiere descontrol y una señora carente de afecto) alcanza para justificar las acciones de los personajes. Lo mismo sucede con una vuelta de tuerca que se ve venir desde el inicio pretendiendo convertir a Ma en una suerte de Misery moderna, en cuanto a la impronta de personaje amable que en realidad es malvado.
Desde la escritura también falla la construcción de situaciones al aislar casi por completo la presencia de adultos quitándole credibilidad y sentido común. Promediando la película el sótano de la casa de la protagonista parece el boliche Mau Mau lleno de pibes, y ella siendo el centro de las fiestas. Faltaba nomás que suene “Un millón de amigos” y cartón lleno, porque el disparador para que todo empiece a darse vuelta, es que los chicos dejan de ir a las tertulias nocturnas.
La dirección no le va en saga al guión. Hay torpezas narrativas por parte de Tate Taylor que parecen de estudiante de cine amante del cine de terror de los ’70, al cual no entendió ni sabe emular u homenajear. Por caso, todas las escenas de asesinatos mueven a risa más que a temor. A algunas les falta instalación de situación, y otras son simplemente mal resueltas. La elección de Octavia Spencer no sólo es desacertada, sino pretenciosa. Poco puede hacer la gran actriz con un personaje que no le cuadra o no termina de entender, con el agravante de no contar con una dirección actoral que la ayude para entrar en el código de éste género. Sí cuenta con la frescura de jóvenes actores que al menos logran algunos momentos de cierta lógica.
Para pretender ser de un género que le queda gigante “Ma” está pobremente escrita, “Ma” es predecible, aburrida, y hasta solemne en su discurso.