Afortunadamente, durante buena parte de sus 99 minutos (¡al fin una película de Hollywood que dura menos de dos horas!), Ma es un thriller extraño, que se rarifica a partir de lo más codificado. Estamos otra vez en el mundo de la "preparatoria" (como se insiste obcecadamente en subtitular) con chica "recién mudada": lo de siempre, realmente, e incluso exagerado, tanto que Ma se pasa de vueltas para llevarnos a otro nivel, el de la autoconciencia que se convierte en incertidumbre y diversión.
Ma construye su tensión de forma progresiva, incluso con recursos elegantes y sorprendentes -la devolución del dinero con sorpresa pero sin música, la situación del arma inicial-, y revela los móviles de la protagonista en dosis crecientes, y ahí, en esos flashbacks, es donde pierde elegancia al apostar a algunas contundencias que terminan contagiando también al presente del relato, para llegar a un cierre más pedestre.
Pero antes, durante casi una hora, tenemos ante nosotros la promesa de violencia por estallar (cuando lo haga será bestial y gráfica) y un retorcimiento de los lugares comunes más necios de las películas de secundario, con dardos burlones a esos puritanismos etílicos y sexuales que funcionan con una tenacidad digna de otras causas. En esa línea, tal vez, las molestas y absurdas represiones visuales, neuronales y vitales del tramo final sean chistes autoconscientes. O, quizá, simplemente más señales de las limitaciones creativas del presente.