La prosa de William Shakespeare es tan primordial y abundante en drama humano que una y otra vez resurge, ya sea en su forma original, o en adaptaciones teatrales, en cine, en televisión. Él está en todos lados, y una vez más llega a la pantalla grande en Macbeth, cortesía de Justin Kurzel, trayendo consigo esta inmortal historia de codicia y muerte con un lavado de cara profundo y muy satisfactorio.
Para aquellos no familiarizados con la trama, Macbeth está bajo las órdenes del Rey Duncan en una feroz guerra civil en Escocia, y tras una cruenta batalla final, en donde resulta victorioso, la mística aparición de tres mujeres en pleno campo de batalla le vaticinan que escalará rápido de rango y llegará a ser Rey de Escocia en un futuro. Tras haber perdido a su hijo poco tiempo atrás, Macbeth y su esposa, Lady Macbeth, ateridos por el frío de su dolor, idean un plan funesto para lograr que la visión de las brujas se haga realidad. Lo que sigue es un descenso a la locura, teñido de sangre de principio a fin.
Kurzel no es ajeno a la violencia. El australiano, en su debut cinematográfico Snowtown, ya reflejaba un apego con las historias violentas que continúa aquí con un refinado sentido estético que abruma todos los sentidos. Sí, Macbeth es una historia violenta, y Kurzel no hace la vista gorda frente a eso, y las escenas más cruentas, como la batalla inicial, tienen una estética fascinante. Hay cámara lenta, pero no está abusada y permite discernir mejor todos los detalles en pantalla. Hay un fondo precioso, donde los majestuosos paisajes escoceses destacan con una fotografía muy precisa y suntuosa. Y la música está a cargo de Jed Kurzel, hermano del director, quien se despacha con una banda de sonido hermosa y cruel al mismo tiempo.
Y si estéticamente hablando Macbeth es una obra de arte, el elenco no se queda atrás. Con un guión actualizando las inmortales palabras de Shakespeare por Jacob Koskoff, Michael Lesslie y Todd Louiso, los inmensos Michael Fassbender y Marion Cotilliard abrazan las penas de Macbeth y Lady Macbeth y las hacen suyas, con cada parlamento y línea reflejando el dolor y la pérdida de la humanidad de cada uno con profunda exquisitez. Suena raro teniendo en cuenta el material del que surge esta pareja, pero ambos tienen mucha química juntos, ya que por separado tienen escenas brutales y monólogos impresionantes, y en la misma escena son dinamita. Los secundarios no se quedan atrás, con fantásticos trabajos de parte de Paddy Considine y Sean Harris como los únicos que buscan ponerle un freno a la locura desenfrenada de Macbeth.
Macbeth es una trascendente nueva adaptación de un clásico no peredecero, que quizás pueda resultar pesado por sus intrincados diálogos, pero que no afectan en lo absoluto al visionado de la misma. Brutal y bella al mismo tiempo, es una obra de arte en movimiento. En las manos de Kurzel, la adaptación del videojuego Assassin's Creed que llega en diciembre próximo promete y mucho si sigue la misma veta artística presente aquí.