Machete Kills es la secuela de Machete, esa bizarreada que Robert Rodriguez se mandó en el 2010 y que a su vez se basaba en un falso trailer presente en el experimento cinematográfico de Rodriguez & Quentin Tarantino Grindhouse (2007). La idea era convertir a Danny Trejo en una especie de Charles Bronson a la mexicana, una máquina de matar asesinos y criminales a machetazo limpio. La primera película fue un modesto hit de taquilla, y ahora llega esta continuación, la cual promete una tercera parte aún cuando haya fenecido sin pena ni gloria en el box office. Tal como dice el falso trailer que acompaña al filme, dudo mucho de que veamos remontar vuelo al capítulo final de la trilogía, el cual manda a Machete al espacio y lo pone a lidiar con miles de sicarios enfundados en trajes de astronauta.
En sí, las aventuras de Machete son películas malas ex profeso, saturadas de momentos exagerados, homenajes cinematográficos, referencias pop, estrellas en decadencia e historias flojas. Y mientras que la primera Machete me pareció mas o menos, debo admitir que Machete Kills me mató de risa. Ok, es un filme terrible - aún cuando sea una cinta mala hecha a propósito - ya que la historia es rebuscada y hueca. Cuando esta gente deja de disparar y hacer piruetas, y se ven obligados a decir diálogos y avanzar en la trama, uno se da cuenta de los enormes problemas que tiene la película. Aún los filmes intencionalmente malos (por ejemplo Pirañas 3D, Sharknado o incluso Serpientes en el Avión) se dan maña para narrar una historia relativamente pasable, y comienzan a salpicarla con escenas bizarras; pero acá las cosas no tienen ni pies ni cabeza desde el vamos. Es por eso que toda la película se siente como una serie de gags pegados con saliva, hilvanados por una trama que deja muchísimo que desear.
Por suerte uno puede olvidarse de la trama cuando llega la hora de las secuencias de acción, las cuales llegan a niveles surrealistas. En ese sentido Machete Kills es mejor que la primera Machete, simplemente porque acá la sobreactuación y el disparate llega a niveles estratosféricos. En vez de los acartonados Don Johnson o Steven Seagal, tenemos a un cast mayoritariamente latino dispuestos a devorarse la pantalla, haciendo que sus pequeños y ridículos papeles se conviertan en obras maestras del disparate. El caso más puntual es Sofía Vergara - a la cual siempre consideré una comediante tibia -, la cual literalmente mastica a dentallada limpia cada uno de los parlamentos que le toca. Aquí la Vergara hace de la madama / esposa del lider de un cartel de drogas, la cual anda munida de un brassiere artillado con un par de metralletas Gatling, y a la cual le tocan algunas de las mejores líneas del libreto. La escena en donde tiene una sesión sadomasoquista con un cliente y empieza a acordarse de los abusos que sufrió de su padre no tiene desperdicio - la colombiana tiene un desenfreno tal que transforma a la sobreactuación en una nueva y sublime categoría artística -. Los otros que funcionan como los dioses son Demian Bechir - como un mafioso con desorden de personalidad - y Antonio Banderas. Banderas - que hace de una de las identidades de Camaleón, un asesino que es maestro del disfraz y que pasa por los rostros de Walter Goggins, la insìpida Lady Gaga y el resucitado Cuba Gooding Jr - se hace pasar por un yanqui disfrazado de mexicano, el cual escupe un castellano atravesado que apenas se entiende y es uno de los momentos más graciosos de la película. Y mientras que los latinos del cast sintonizan a la perfección con el clima de disparate que pretende crear Rodriguez, las cosas vienen algo más reñidas por parte de los norteamericanos. Amber Heard se relame con su papel de reina de belleza devenida en asesina a sueldo, pero Charlie Sheen (acreditado con su nombre de nacimiento, Carlos Estévez) hace de Charlie Sheen, y Mel Gibson intenta recuperar (sin éxito) algo del carisma que lo llevó al estrellato hace más de 20 años.
La historia no tiene mucho sentido; Machete es reclutado por el presidente norteamericano para capturar al lider de un cartel mexicano. Resulta que el tipo tiene un misil atómico apuntando a Washington y, como el disparador está conectado a su corazón, no lo pueden matar. Por supuesto, en el medio pasan dos millones de cosas, y tanto el misil como el disparador terminan en las manos de un megalómano (Mel Gibson), el cual quiere liquidar a la humanidad mediante un holocausto nuclear para repoblarla con clones de su persona - en un esquema idéntico al de la aventura de James Bond Moonraker -. Mientras que todas las correrías y refriegas terminan siendo deliciosas (tal como Roland Emmerich, Robert Rodriguez ha refinado de tal manera la exageración y el disparate hasta convertirlo en una forma de arte), a uno le queda cierto sabor a desencanto en la boca ya que la trama no es autoconclusiva. Vale decir: quedan montones de cabos sueltos - como el enfrentamiento final del villano -, los cuales debería tener lugar en un descerebrado tercer capítulo - del cual figura un falso trailer; Machete Mata... En el Espacio! - que algún día quizás veremos.
A mi me gustó muchísimo Machete Mata; los gags son tremendamente divertidos, y aquí el cast disfruta mucho más del disparate que en la primera película. Por contra, la trama de base es un bolazo mal cocinado, incluso para los standares de la saga Grindhouse. Si hay tercera película lo dudo mucho, a menos que Rodriguez pele su chequera y la financie de su bolsillo... lo cual es una macana, ya que ésta es una mediocridad que me encantaría volver a ver en pantalla.